Algo se asoma

Por: Rita Isabel

A José Luis y las mañanas de los jueves con abuela.

Va y algo se asoma. Cuando en tono de broma imitó su voz para contarme lo que le había dicho, la pude escuchar y fue como cuando te coge la tarde en medio del monte; estalla el atardecer y te sobrecoge con una sensación de susto amortiguada por lo conocido. Cae la tarde y despierta la vida silvestre, te dice el cerebro. Sin embargo, en esta ocasión escuché, reventó, pero el cerebro no dio con algo conocido, sin embargo, había algo que recordar, aunque no tan habitual como el estallido sonoro del atardecer. Sopesé si estaba ante un déjà vu. No, pero aquella frase parecía buscar en mi memoria algo que me incomodó, algo que… La inquietud era como un calambre de esos que uno siente cuando se le duerme alguna extremidad, pero el calambre era en la mente. Moví mi cabeza de manera instintiva y despaché el asunto concluyendo que de seguro abuela me había dicho algo así como parte de sus mantras cotidianos. Después de esas sensaciones, no me extrañó, pero si me impacientó, que la advertencia se quedara en mi memoria auditiva como un tinnitus: va y algo se asoma, va y algo se asoma, va y algo se asoma…

Las semanas pasaron e inevitablemente no me pude quitar de la memoria el asunto del déjà vu, que no lo era; pues era más bien tener en la punta de mis neuronas un recuerdo que no lograba atrapar. Como suele suceder con mi mente, de tendencias obsesivas, se me ocurrieron un sinnúmero de cuestionamientos. Sobre todo, porque el asunto era tan simple y doméstico que hasta parecía ridículo que sintiera que tuviera enroscada una idea constrictora que estaba interrumpiendo mi flujo de pensamientos, generando un chorro de sinsentidos que tarde o temprano colapsarían mi cordura. Un asunto tan insignificante como cerrar las persianas de abajo al atardecer porque: va y algo se asoma. Las ventanas de abajo se cierran y las de arriba se pueden quedar abiertas. Es un acción automática, una rutina diaria que hago todas las tardes cuando la luz del sol mengua. No importa lo que esté haciendo, mi reloj biológico me lleva a detenerme para cerrar las ventanas de abajo. Nunca pienso el porqué. Cuando estoy con abuela ella empieza tempranito con el mantra de que hay que cerrar las ventanas de abajo y yo me levanto a cerrarlas. Mami hace lo mismo, mis hermanos, mis tías y tíos, primos y primas también. ¿Será porque va y algo se asoma? Supe que sí. Desde ese día que mi primo imitó la voz de abuela para contarme, comprendí que por eso lo hacíamos. Como él expresó, lo inquietante de la frase no era el asunto de cerrar o no las ventanas, tampoco que fueran solamente las de abajo, el asunto era la palabra algo, si fuera alguien ni él me hubiera contado ni yo estuviera con este desasosiego que…

 ¿Se pueden soñar los recuerdos? Ahora sé que sí. Anoche mi primo me llamó preocupado, pero evadía el tema que ambos sabíamos que era el porqué de la llamada. Bromeamos sobre abrir las persianas de abajo y reímos diciendo al unísono: va y algo se asoma. No le dije lo del tinnitus ni la obsesión que lo que me contó había provocado, tampoco que mientras hablábamos estuve parada frente a una ventana con la mano a punto de abrirla. Las palabras de abuela me detuvieron. Aquello no era un chiste, no debimos bromear, no debí callar.

Me acosté tratando de recordar si en algún momento de mi vida había olvidado cerrar las ventanas de abajo, ni una sola vez, aquello de cerrar las de abajo como hábito diario estaba tatuado hasta el tuétano en mí. En pesadillas recordé lo que hasta esa noche no había podido traer a mi memoria. Recordar y despertar fue simultáneo. Instintivamente tomé el teléfono para llamarlo, pero antes de marcar me percaté que el tinnitus había desaparecido. Todo estuvo claro en ese momento. No valdría la pena llamarlo. No respondería. No pude evitar llorar. Fue mi culpa, no recordé a tiempo lo que en la niñez aprendí con abuela. Quizás a los más pequeños no se lo enseñaron o quizás como yo, no recordó la razón hasta anoche pero no en sueños. No tengo dudas que mi primo también estuvo frente a una ventana mientras hablamos, pero contrario a mí, él sí la abrió y algo se asomó.  

Publicado por Libros pasajeros

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