
Mihaly CsikszentmihalyiEl proceso creativo comienza con una sensación de que en algún sitio hay un rompecabezas o una tarea que se ha de llevar a cabo.
(Creatividad: El fluir y la psicología del descubrimiento y la invención)
Por Rita Isabel
Vivo en la comunidad La Mesa, para ser más precisa en el sector La Mesa Alta, y para llegar hasta ella, debo pasar por La Barra. Cuando viajaba en transportación pública, ya cerca a la entrada de la carretera que me llevaría a mi hogar, debía decir a viva voz y a voz en cuello: me deja en La Barra. Siempre me pareció singular el asunto, porque decir aquella frase fuera de contexto se prestaría para variadas interpretaciones. De igual manera, al vivir en un monte el asunto de subir o bajar al movilizarnos son expresiones muy lógicas para los que habitamos en ese arriba concreto, pero para los que no suben y bajan la cuesta como rutina diaria las expresiones son ilógicas. Sin mencionar que mi casa carece de dirección exacta, comparto con una infinidad de vecinos la misma dirección y no siempre enviar la ubicación ayuda a que lleguen hasta ella. Por lo que es toda una aventura escuchar mis indicaciones para llegar. A mí me gusta pensar que es casi como encontrar el andén nueve y tres cuartos.
¿Por qué comparto estas reflexiones aparentemente insignificantes? Primero, porque me encantan estas supuestas naderías, segundo fue inevitable, mi mente divagó justo cuando me senté a escribir y mis dedos comenzaron a teclear. Vivir en La Mesa, parar en La Barra, subir y bajar, carecer de dirección exacta, toda esa asociación de ideas surge del simbolismo de las mesas y sobre todo de las mesas redondas. Desempolvé dos libros sobre símbolos que usaba con regularidad cuando no andaba con teléfonos “inteligentes”. Quizás era más fácil buscar en el oráculo de Google, pero preferí rescatar del olvido a mis libros y regresar al placer de navegar en el mar finito de sus páginas. La mesa, sin adjetivo, cobra el sentido de la actividad que en ella se desarrolle, ya sea social o religiosa, cotidiana o espiritual, práctica o trascendente y evoca sobre todo a celebración, ágape y actividad intelectual o creativa. La mesa redonda de las leyendas nos lleva a pensar en valores universales como la lealtad, la unidad, la equidad y la democracia. Se puede decir que las mesas irradian, en quienes las usan, pertenencia, son parte de un todo, y protección, por ser parte de la totalidad.
¿Por qué comparto estos simbolismos sobre la mesa y la mesa redonda?
Círculo de afectos y afinidad creativa, mandala expansivo son conceptos con los que Libros Pasajeros se ha definido en estos casi diez años. Cuando en enero comenzamos a trazar lo que sería el festejo de la primera década de este imaginario al que llamo Libros Pasajeros, solo un proyecto estaba cálidamente definido (o por lo menos eso sentí-pensé) en aquel momento: Ocaso de Flores. Otras actividades, ideas y deseos estaban presentes, pero Ocaso de Flores era el centro de los círculos concéntricos del mandala de celebración. Sin embargo, Libros Pasajeros propone y la vida dispone. Ante una serie de minúsculas calamidades el Ocaso de Flores no fue tinta y papel a tiempo para iniciar la cuenta regresiva hacia el festejo. No hubo más remedio, los Libros Fósforos, libros que encienden comenzaron la celebración y han marcado el conteo de gratitud hacia el 13 de septiembre de 2023. Mientras Ocaso de Flores ha sido y es el rompecabezas que se ha de llevar a cabo. Sin querer, su publicación se ha pospuesto, mientras el proceso de hacer y deshacer, pausar, hacer y rehacer se expande como buen mandala de afectos y afinidad creativa. Y aquí va la chispa que comenzó mis divagaciones.
El martes 14 de marzo, alrededor de la mesa ovalada de la sietemesina Antonia (mi abuela, la de una Historia de Flores), Amanda y Sara transformaron el proyecto de Ocaso de Flores en un rompecabezas tridimensional y me pusieron de cabezas. Cuando se convoca, el llamado es recíproco y una vez se desata la creatividad, solo las piezas del rompecabezas son las guardarrayas, el quehacer creativo difumina los límites. En junio, de la mesa ovalada pasamos a dos sentadas domingueras alrededor de mi mesa redonda, que se transformó en trampolín para que en el momento oportuno Ocaso de Flores se lance al séptimo arte. El reloj de arena sigue su danza. Ocaso de Flores aún no es tinta y papel, pero florece sobre la redondez de la mesa y el conteo de gratitud y festejo continúa desde La Mesa; La Mesa Alta, el paraje en el que nacen mis letras y toman vida nuestras gestas cotidianas en círculos de afectos y afinidad creativa, alrededor de mesas o sin ellas.

Reafirmo, en este 2023 me hago eco de las palabras de Dag Hammarskjold: “Por todo lo que ha sido, gracias. A todo lo que ha de ser, sí”.
Pronto más de este conteo de gratitud hacia el 13 de septiembre.


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