Por: Rita Isabel

Apalabrar = Dicho de dos o más personas: concertar de palabra algo.
Palabras afines: acordar, concertar, pactar, dar la palabra
No sé cómo me puede sorprender que mi padre naciera un viernes 13. En el decimotercer día del tercer mes de 1936, en periodo de luna gibosa menguante, nació Carlos Luis Collazo Rodríguez; el tercero de siete: Rafi, Pura, Carlin, Hiram, Eneida, Lilin, Selenia. Es natural del centro geográfico de Puerto Rico, específicamente del sector La Pica del barrio Pueblo (Orocovis-Pueblo). Por el año de nacimiento, se afirmará que pertenece a la Generación silenciosa, pero para Libros Pasajeros Carlos Luis es un Apalabrado.
El protagonista de “A manos llenas” asistía a la escuela descalzo. Se sentaba al final del salón acompañado de otro niño más pobre que él, no recuerda su nombre, pero sí su cómplice compañía. Asistía a la escuela porque lo obligaban. En él habitaba el río, las guábaras, las buruquenas, los camarones de agua dulce y la libertad. Un triángulo de afectos lo alimentaba a la orilla del río: Rita, padrino Tite (hijo de Rita) y su esposa Mercedes. Rita, a quien quiso como se quiere a una abuela… al firmar, trazo su nombre.
Sus recuerdos se confunden en la bruma de la distancia del tiempo, en su manera particular de pensar, sentipensar. Mente lógica matemática para lo práctico, mente divergente para narrar su historia. Juana, Peyo (que vivió con ellos), María, Hortensia, Chuito (el músico que viajó a Nueva York y desapareció) fueron sus tías y tíos, su madre Rosa, su abuela Elena (a la que se le murieron los esposos). Elena… así nombraron a mi hermana mayor.
¿Su padre? Era una presencia ausente. No me aventuro a describirlo porque es poco lo que cuenta de él, porque es mucho lo que calla. Sólo mencionaré lo que escuché repetir muchas veces por mi familia paterna. Fue alcalde de Orocovis y añadiré que, indagando, encontré que en los años que fue alcalde se construyó el edificio de la Casa Alcaldía de Orocovis. Su nombre fue Bernardo Collazo. Bernardo… el tercero de mis Tres Santos Sobrinos heredó su nombre (por nacer mujer no es el mío).
De niño mi padre era Carlos Luis Rodríguez, Carlin para su familia y el apodo por el que lo conocían me lo reservo para proteger al niño de “A manos llenas”, que nadie defendió. Su coraza fue su inocencia, candor, candidez. Coraza que heredó de su madre. El pequeño Carlin era feliz en el río, se fugaba de la escuela para nadar en él, trabajaba en una panadería de madrugada antes de ir a la escuela, dormía con su hermano mayor en una cama pisa y corre, hermano que lo sacaba del río para que llegara a la escuela. Escuela en la que una maestra le rompió en la cabeza, como reprimenda, el primer libro escolar que tuvo porque lo encontró garabateado. Su memoria no alcanza a recordar si él fue el responsable de los garabatos o su hermano menor. Mas sí recuerda que bajo la sombra del mangó centinela saboreó los frutos con acento en la o.
En esa niñez, por sus fugas al río, escuchó como lo sentenciaban: no vas a llegar a ningún lado. Carlos Luis llegó de corazón a corazón, de Orocovis a Caguas, del río a un torrente de palabras. Llegó a los libros, a los números, a la siembra y contra las sentencias y reprimendas o por ellas, es, a manos llenas, un ser de Palabra un Apalabrado.

Hoy que celebramos su nuevo año personal (su cumpleaños 89) comenzamos el festejo camino a sus 90 años. De mes en mes, de trece en trece festejaremos con palabras anecdóticas y brindaremos por el Apalabrado que llegó lejos y a muchos lados.
¿Hasta cuándo? Hasta el 13 de marzo de 2026.
¿Por qué? Ese día Carlos Luis Apalabrado, el abuelo de Libros Pasajeros (mi papá), cumple 90 años.

¡Festejamos desde hoy!

