Por Manuel A. Santos Collazo
- Firmado y archivado:
Tan pronto escuchó la versión de su recién testigo, el estudiante, no le cupo duda de dos cosas: uno, este era el mismo modus operandi; y dos, este iba a ser otro de los muchos casos sin resolver que sobre poblaban su archivero. Esta, sin lugar a dudas, había sido otra de las “obras del “vigilante”. Lo sospechó desde que vio el cuerpo brutalmente mutilado, arrojado sobre la acera y lo confirmó al descubrir que la billetera le pertenecía al estudiante.
Aunque quedaba libre un asesino en serie, un “vigilante”, los estudiantes podrían dormir tranquilos al saber que el ladrón con jeringuillas no volvería a asaltar a más nadie.
En espera de la segunda entrega…
…yo recuerdo el olor del vejigante. Y creo que varias veces por el puente de la gandara vi su celaje. Y de eso ya ha pasado 30 veranos.