Pasajeros en ruta, desde su hogar

Por: Rita Isabel

La ruta está en pausa

Luego de los temblores de fin y principio de año (2019-2020) que me llevaron a posponer la presentación de Pasajeros, el círculo de afectos y afinidad creativa que es Libros Pasajeros se activó. Cada par de manos que conspiran, y las que inspiran, desde sus faenas se unieron al proyecto con aire de festejo. Marzo era el mes para las presentaciones. Cálidamente bautizamos al proyecto como: Pasajeros en ruta.

Llegó el mes de ventolera y el coronavirus dejó de parecer un imaginario o un hecho lejano para Puerto Rico. Fue evidente que no era un problema de otros y puso de manifiesto que es un problema de nosotros… la humanidad; en nuestro hogar, el planeta Tierra.

El sábado, 14 de marzo de 2020 estaba previsto comenzar el viaje de Pasajeros en la Librería Mágica en Río Piedras. Libros Pasajeros tuvo una especie de cónclave el viernes 13 de marzo mientras se celebraba el año nuevo personal de un par de manos que conspiran. Los ocho reunidos avalaron continuar con el plan. Al día siguiente comenzaría el viaje, pero dos pares de manos de abundantes canas debían quedarse en casa

Nos lanzábamos a un acto temerario (casi imprudente) con entusiasmo. Cercanos a la hora de la presentación enfrentamos algunas bajas; totalmente comprensible ante las circunstancias que llamaban a la prudencia.

Puntuales y no tan puntuales comenzaron a llegar a la Librería Mágica amistades de, con y por palabra. Esa tarde estábamos apalabrados. En un ambiente familiar se habló de Pasajeros. Esa tarde aprendí de mis letras al escuchar a uno de mis editores y al responder preguntas.

Agradezco a todas las personas que comenzaron la ruta, a las presentes y a las que tuvieron que quedarse en casa. Gracias a la Librería Mágica por acoger a Pasajeros.

Hoy, que hubiese sido la segunda parada(presentación), estamos en pausa.

Pero apalabrada con el proceso comparto un escrito que acompañó al libro viajero Como semblanzas o seis relatos pasajeros. Un escrito que no forma parte de Pasajeros, pero que habla sobre el proceso de idear muchos de sus escritos. Quizás sea una lectura de interés para estos días de aislamiento y sirva de equivalente o adelanto a la presentación que hubiese sido hoy.

En fin, Pasajeros se queda en casa, pero las palabras que documentan la gestación de sus escritos viajan…

Los recovecos del titular

Visualicé este proyecto, esta osadía narrativa, el primer domingo de septiembre de dos mil ocho. Sin proponérmelo ideé los últimos toques del proyecto el primer domingo de septiembre de dos mil nueve. Cualquiera podría pensar que lo hice con malicia ritualista; por mi predilección a todo lo cíclico. Sin embargo, no fue así. Estamos frente a una rara coincidencia, una improbable casualidad, algo tan ordinario y elemental como una chiripa.

El proyecto no culminó anoche, ni se llevó al papel inmediatamente aquella tarde-noche del primer domingo de septiembre de dos mil ocho. Admito que, en el tramo final, me sobrecoge mi atrevimiento narrativo. Supongo que ahora debo buscar qué hacer con lo que escribí. Por lo pronto, me entretengo al escribir estas palabras sobre el proceso de crear y recrear cada relato.

«Al salir del laberinto» comienza este conjunto de escritos. Por cuestiones obsesivas decidí organizar las historias en el orden en que se escribieron. No sé si es porque fue el primer cuento que escribí, por las experiencias personales que me inspiraron a escribirlo, por el carácter investigativo que caracterizó el proceso de llevarlo a cabo, o porque me encanta su final, pero siempre guardaré cierta predilección por él. Además, seleccionar el título para este cuento le dio unidad y personalidad al proyecto. No fue hasta que me sumergí en el proceso de titular el primer cuento que me planteé una propuesta concreta respecto a lo que quería escribir.

«Al salir del laberinto» era un título provisional. Cuando empecé a escribir, por mi necesidad de orden, deseaba intensamente tener un título para el relato que pretendía desarrollar. El asunto y la trama de este estaban claros. Aun así, me incomodaba que no tuviese título y de ahí surgió el bautismo provisional. Escribí ese cuento metódicamente, pero como en un trance, por ello tenía la ilusión de que a medida que escribiera, surgiría—como por arte de magia— su verdadero nombre.

Al completar el relato se complicó el asunto del título: tenía dos posibles nombres para el cuento. Ambos le daban un giro diferente a la historia, la alejaban del propósito que me llevó a escribirla y trastocaban su esencia. Sin embargo, desde mi punto de vista, los dos títulos me resultaban muy atractivos a nivel literario. Me seducían y de manera simultánea me enfrentaban a la lucha entre lo ficticio y lo real, propia del quehacer literario.

Por un lado, la vida independiente del cuento se aferraba a su mundo literario; por el otro, por escrúpulos no me atrevía a jugar (más de lo que había jugado al crearlos) con ciertos personajes secundarios, pues para escribir «Al salir del laberinto» me inspiré en una vivencia personal, experiencia de la que varias personas son testigos. En fin, un poco por escrupulosa y por lealtad a la intención que me motivó a escribir el cuento, fui fiel a la vivencia y le di la espalda a la ficción que había creado. Nada de juegos con ciertos personajes, por respeto a la gente de carne y hueso que me regaló una nacionalidad, una cualidad o un evento para moldear la historia.

Lo provisional dejó de ser provisional. El título «Al salir del laberinto» se impuso como título del primer cuento; la lealtad a una intención le ganó a la seducción literaria. Sin embargo, como se dice por ahí: la ficción perdió una batalla, pero no el enfrentamiento final. Los títulos que descarté me sirvieron de trampolín para lanzarme a escribir, no solo un segundo cuento, sino un conjunto de historias. 

Sin magia, pero como una certeza atemporal, vislumbré que el libro consistiría en tres pares de historias. Cada par de cuentos sería un micromundo independiente de los demás. A su vez, cada cuento tendría autonomía y vida propia: juntos, pero no revueltos. Sin embargo, todos tendrían algo en común: serían como semblanzas.

Con esa certeza atemporal escribí «Nacida bajo el signo de Tauro». Su título fue el hijo de los títulos seductores pero descartados para el primer cuento: «Graciela»y»A la sombra del minotauro. Admito que como relato solo no tiene mucho atractivo, pero al leerse después de «Al salir del laberinto»… ustedes dirán.  Escribir»Nacida bajo el signo de Tauro» fue hacer y deshacer sin escrúpulos de ninguna clase; leerlo es como mirar el primer relato a través de un caleidoscopio.

Luego de escribir el segundo relato, me detuve. Mis deberes me absorbieron. Además, se me escabulló el momento, la inspiración para escribir el par de narraciones que quería crear sobre una santa que tenía el poder de la ubicuidad. Esto me incomodó mucho y me desanimó. Al mismo tiempo me surgían otras ideas, sobre otros proyectos, con otro tipo de cuentos. Desistí de recuperar a la santa en ese momento y guardé los apuntes para retomarlos más adelante. Sin embargo, un accidente dejó inservibles estas anotaciones.

Repentinamente, y después de un tiempo considerable, escribí la primera versión de «Cuando la muerte acecha con ropaje de inocencia». Aquí el título dio pie a la historia. El cuento tuvo dos versiones; a su vez, la segunda versión sufrió varios cambios antes de tomar la forma que actualmente posee. En esta ocasión el poema «Rebeca de cuatro comienzos», que escribí en mis años universitarios (cuando tenía la dicha de viajar en transportación pública casi todos los días) me sirvió de hilo y aguja para tejer la historia. Contrario a lo que piensan mis sobrinos, la autoría de ese poema (y el hecho de ser educadora) es lo único que tengo en común con la protagonista de esa historia.

Su acompañante, «Legión de niñas», nació antes que su título. A esas alturas dejé mi obsesión de titular antes de iniciar la historia. De él solo voy a decir que era justo, necesario y que su título se gestó en Barranquitas.

El par de cuentos que cierran la media docena de semblanzas fue el triunfo total de la ficción. Escribir»Cuándo llegará el día de mi suerte» fue chévere. Lo primero que me disfruté fue titularlo. No lo van a creer, pero intentar memorizar el coro de la canción que inspiró el cuento, con la ayuda de mis sobrinos, fue un reto chistosísimo.  Asimismo, me divertí con el asunto de los dóminos o dominós.No pude evitar que el cuento se quisiera emparentar con las historias anteriores. Honestamente, me sentía contenta al darle nombre a don Milagros y al compartir, nuevamente, con Rebeca.

Por otro lado, «Mientras pueda salir»es también un cuento justo y necesario. No me siento muy satisfecha con su forma o su falta de forma, aunque admito que en el fondo eso me agrada un poco. Hay unas partes de ese cuento que me gustan mucho y otras que no me convencen; pero ahí va.

Respecto a las ñapas… pues, las ñapas son ñapas y punto. Quizás son un acto de justicia tardía para reivindicar los intentos de poemas que escribí en una época en que ansiaba escribir cuentos. O, tal vez, son un capricho más de esta osadía de palabras. A fin de cuentas, entre ñapa y ñapa lo que hay es puro cuento revestido de semblanza.

Ritabel Collazo Vázquez

8 de septiembre de 2009

Caguas, Puerto Rico

Publicado por Libros pasajeros

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