A Gadiel y a los jóvenes del lugar que permanece en ti
¿Qué es el arte?
Por: Rita Isabel
Las risas comenzaron a manifestarse como ejecutadas en pianísimo, como una llovizna suave y poco intensa, pero constante, de no más de doce decibeles. En ese consecuente e invariable fluir, las risas aumentaron su intensidad de manera disonante hasta ser cadenciosas carcajadas incontenibles que variaban de cincuenta a ochenta decibeles. Y sobre todas aquellas cascadas de carcajadas se escuchaba, con mayor acento melódico, la risa del maestro de arte.
***
La clase comenzó como era la rutina, con una lluvia de ideas y una enumeración creativa del trabajo de ese día. El tema era libre; dar rienda suelta a la imaginación. El medio era la cerámica y las técnicas las estudiadas previamente.
El corillo de doce chicos que escuchaban la clase con la atención habitual se sumergió en sus búsquedas personales a través del medio. Podría decirse que el silencio era sepulcral, sin embargo, se faltaría a la verdad con esa expresión; pues el salón era una glorieta al aire libre que estaba enclavada en una finca en el campo. Se escuchaba la percusión de los pájaros carpinteros en el tronco seco del pino, el rumor del viento entre las hojas de los árboles de yagrumo, flamboyán, malagueta, el pitirre al cantar su nombre, un ladrido de un perro en la lejanía, el piar de unos pollitos y más lejos la presencia de autos en las carreteras vecinas. Más cerca, mucho más cerca, se escuchaba la respiración acompasada y armónica de doce jóvenes en trabajo concentrado; además de un leve sonido de dedos en el barro.
En el momento oportuno, justo antes que la desconcentración se convirtiera en un murmullo de distracciones como preludio a un parloteo estridente, el maestro rasgó el silencio al formular una pregunta. Esa era su técnica usual para no perder el interés de los muchachos. Los chicos escucharon que preguntó: ¿qué es el arte?
A todos les gustaba filosofar con el maestro y no desaprovechaban ninguna oportunidad para impresionarlo con sus respuestas. Les gustaba tener debates de ocurrencias geniales con él y ver quién lograba la mejor contestación. Las preguntas del maestro eran la oportunidad idónea para escucharse hablar y escucharlo filosofar. El bombardeo de posibles respuestas tomó el control de la clase. Solo algunas fueron merecedoras de ser recordadas. El primero en hablar fue Bernardo.
–El arte es la mayor expresión revolucionaria y liberadora en pensamiento y acción. Es la independencia del ser, la creatividad en todo su esplendor, el arte es ser –dijo con un gesto de travesura en la mirada como quién le habla a un igual.
–Suena bonito, pero me parece que el arte es ciencia recreativa y destreza en la técnica –expresó Coral con la confianza de quien piensa estar en lo correcto.
Mas ambos recibieron del maestro un movimiento de la cabeza inconfundible; era un no mudo. Eduardo aprovechó la sorpresa de Bernardo y el desconcierto de Coral, ante la negativa del maestro, para soltar con su habitual camaradería su contestación.
–Es imaginación materializada, una tendencia humana.
–No –repitió el maestro.
–¿Entonces, qué es? –dijo Pepe ya cansado de escuchar el arte es esto, el arte es aquello.
–Dime tú, ¿tú qué crees? –le dijo el maestro a Pepe con una sonrisa.
–Será la búsqueda de la belleza –respondió sin mucha esperanza de estar en lo correcto.
–Te faltó que es la capacidad de reproducir la realidad transformándola en una manifestación estética. –dijo Eduardo que había sacado su celular para «googulear» en busca de la respuesta.
–No, eso no es y guarda el celular, no hagas trampa –dijo con firmeza el maestro.
Mientras, sin que se percataran, Amanda buscó en el diccionario para ir a la segura y dijo: el arte es la capacidad y facilidad para hacer algo, es la manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado.
Pero el maestro también dijo que aquello no era. Cada joven cantó una respuesta, para lograr decir exactamente lo que el maestro quería escuchar. Gonzalo, con picardía, fue el último en decir: el arte es arte. Con su chiste obtuvo la misma reacción del maestro: un no.
Cada uno esperaba que el maestro diera la dichosa respuesta correcta; porque evidentemente no se trataba de la mejor contestación, solo aceptaría la correcta, según su criterio, porque mira que se habían lucido lanzando respuestas. Sin mucha ceremonia y con su acostumbrado tono sereno, el maestro dijo: helarte es congelarte, quedarte totalmente frío.
Todos se quedaron en silencio hasta que Bernardo dijo: ¿Qué es el arte?, ¡qué es helarte! Todos sonrieron y esas sonrisas fueron el preludio a una risita suave que fue en gradación de pianissimo, piano, mezzopiano, mezzoforte, forte hasta llegar a fortissimo, para luego bajar y subir, subir y bajar desde diez decibeles a setenta, sin patrón definido. Y entre todas esa risitas, risotadas, risas, carcajadas se escuchaba con mayor acento melódico la risa hilarante del maestro.