ÂżRosa?

Por: Rita Isabel

Y fue toda en mí como fue en mi la vida…

Julia de Burgos

La repetición de su letanía extraviada de querer irse, que la dejáramos ir, de que la lleváramos a su casa la llevó a la impotente desesperación y de ahí al llanto ahogado con sentencia a viva voz: es que tú y tu mamá no quieren aceptar la verdad, que me toca partir. Mami también fue lágrimas y se retiró. Yo tomé su mano con amorosa firmeza y la miré a los ojos. Me la apretó con fuerza y reciprocó mi mirada. Sentí el revolotear de mariposas en el estómago y un hormigueo frío me hizo tiritar. La vi, nos vi.

Abuela cuenta cuentera narrándome… la escucho: Pues entonces lo haré yo, clo, clo, clo. No pude evitar los recuerdos de infancia imaginando una gallinita con un moñito como el de abuela. Luego la escucho decir: ¿Quién anda por mi puente? Y oigo el eco de mi voz repitiendo esa interrogante y añadiendo: no harás más clic, clac, clic, clac sobre mi puente porque te comeré en mi cena. Luego el eco de su voz responde la infinidad de preguntas que le hacía de los tiempos en que no era mi abuela. Recuerdo la respuesta de la niña traviesa en el palenque de mayas, de la joven que amaba aprender que tuvo que dejar de estudiar y a cambio recibió una máquina de coser y de la madre que disciplinaba con ramitas de amapola. Sumergida en su mirada me vi dando punzadas torpes en un bordado, mientras ella con paciencia me guiaba y a la vez respondía el sinnúmero de preguntas que yo soltaba entre punzadas; hasta que hice la que nunca se me había ocurrido hacer antes, pero era la mayor de mis interrogantes, y recibí la respuesta que siempre atesoré: ¿por qué llevaba su nombre? Respondió con un bordado de palabras:

 En uno de tantos comienzos, cuando se existe, pero no se es…

Una minúscula partícula de existencia, que podría ser, habitaba en el azul. En el quinto color del espectro solar, en el azulino cósmico, planetario, oceánico, en el azulado mar caribeño, en el celeste antillano, en el azul candente y tropical, palpitaba. Era tan intenso el azul que su existencia se convirtió en un viaje infinito. En ese viaje, ya cerca de un destino finito, se encontró con los vientos alisios. De ese encuentro, el azul se transformó en aliento.

Como aliento encarnĂł en un cuerpo. Como cuerpo tomĂł conciencia. Como conciencia cobrĂł identidad. Como identidad eligiĂł un nombre; un nombre para despistar.

Y el recuerdo fue tan vívido que desvié la mirada y regresé al aquí y al ahora. Vi sus labios murmurando y escuché el susurro en repetición de En uno de tantos comienzos… y arropé la mirada, obvié su voz y solo continué sosteniendo su mano. Sentí la fuerza de la fragilidad y de la piel traslucida, luego creí sentir el apretón de la abuela que agarraba mi mano como guía y protección. Me sentí acogida y mi mano comenzó a empequeñecer, a adoptar la fragilidad de una manita mullidita, suave con hueso en crecimiento y la promesa de lo que será. Aunadas por un breve instante fui niña… y experimenté lo que aquella vez con semejante respuesta; en mi rostro se dibujó un mapa te interrogantes y me mano encalleció, mientras el rostro de abuela se entintó de picardía y desdibujó el paso de los años. Fui toda en ella, como fue en ella la vida, aflojé su manita, ahora pura inocencia, poco a poco, hasta soltarla por completo; porque acepté la verdad y la dejé ir al azulino cósmico.

AdiĂłs…

Por: Rita Isabel

Se despidieron y en el adiĂłs

ya estaba la bienvenida.

Mario Benedetti

Abuela se está despidiendo y no sé cómo decirle adiós.

Las palabras se enroscan en espiral gongolĂ­,

el cundeamor se queda verde,

las flores de amapola se marchitan,

las vainas de las semillas de miramelindas no estallan

y mis letras se estancan en la punta de mis dedos.

Nuestra abuela se está despidiendo y no sé cómo decirle adiós… porque no vislumbro la bienvenida.

La sietemesina Antonia, nieta de Concepción Rosario y de Manuela Flores (porque sus abuelos no constan en registros, aunque sabemos que el paterno respondía al nombre de Melchor Torres) se está despidiendo. La sietemesina a la que le brotaron personitas, hija de la que habitaba desde el silencio y olía a rosas e hija del que le dio su nombre y su don de amor, se está despidiendo.

Quiero irme con mamá y papá, nos dice.

Nadie deberĂ­a llegar a esta edad, le dice a mi hermana.

Quiero irme con mamá y papá, repite.

Llegaron hasta la capillita y no los dejaron pasar hasta acá. La capilla solo habita en sus recuerdos… mamá y papá son memoria.

Échame el reloj en una bolsita y llévame hasta el tanque de agua que yo sigo andando hasta casa de mamá y papá, le dice a la cuidadora que la acompaña cuando estamos en el trabajo.

Mi hermana, la mayor de los retoños nietos, se pregunta, ¿a quién escogerá para acompañarla a partir? Mi garganta florece con corona de espinas antes de responder en silencio: a quien lo necesite.

La mayor de los retoños nietos me escribe: Escucho y miro a abuela en su interminable ver pasar las horas. Ella sabe tocar los minutos que van marcando su vida, de tiempo a tiempos, para hacer tan solo aquello que es vital. Solo ella y Dios conocen su mundo interior, su transformaciĂłn maravillosa y necesaria para transitar en el infinito. En sus silencios y cuando habla sus coherentes incoherencias, se aferra a su fe profunda y certeza de que llegará algĂşn dĂ­a a su verdadero hogar.  El hogar que ya habita en ella y al que desea regresar con papá y mamá en los momentos en que se sumerge en triste añoranza por saber que aĂşn no está. Arropo la mirada y siento. Abuela está hecha de tiempo… abuela es tiempo. Es su tiempo.

A todos nos llega la hora. Todo pasa… dice abuela cuando caminamos alrededor de la casa haciendo camino al andar.

Quiero irme con mamá y papá, eso mismo decía su hermana tiempito antes de morir.

Antonia, hermana de Concepción, Feliciana, Lino, Angela, José y Silvia que descansan en paz; madre de la encomendada al santo sin nacer y mártir sin morir, de la que nació un sábado de Gloria, de la que creció mucho en su vientre y lleva nombre de reina, de la que es testimonio palpable de que el amor existe, de la que nació el día de santa Rosa de Lima y madre del que nació milagrosamente; Antonia Flores Rosario, doña Antonia, tití Toña, Toña, Madrina, la abuela de todos nosotros, y bisabuela de tantos, se está despidiendo.

La sietemesina Antonia, minúscula, que nació con la piel traslucida y temían por su vida, pero se aferró a la existencia con determinación… está hecha de tiempo, voluntad y amor. Abuela es amor.

La ferviente aprendiz, la ávida lectora, la tejedora de ensueños, la devota del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen del Carmen, la gran madrugadora, la que llevaba las cuentas, la jardinera encantadora, la cocinera excelente, la coleccionista de dedales, que andaba en subidas y bajadas, cueste lo que le cueste, de cuesta en cuesta para visitar a los enfermos y llevarles la comunión, la maestra del bordado, amante del silencio, la poblada de aparecidos, la que habita en un te quiero, la que se me extravió en su cabellera sempiterna, la que reza por nosotros, mi abuela niña… se está despidiendo y no sé cómo decirle adiós.

¿Será por eso, que mamá y papá no pasan de la capillita?

Ventana sobre Libros Pasajeros en el 2021

Por: Rita Isabel

(Adaptación del escrito de Eduardo Galeano “Ventana sobre el tiempo” del libro Las Palabras Andantes)

En el 2020 regresé a las andadas, porque lo ameritaba, de parafrasear la “Ventana sobre el tiempo” de Galeano. En el 2021 repito el atrevimiento como tradición lúdica de fin de año para Libros Pasajeros o los embelecos de Ritabel.

Gracias totales a quienes leen mis palabras.
Rita Isabel, agradecida.

En Libros Pasajeros enero fue comenzar el festejo de Ramonita Letraherida.

En febrero las letras cumplen su mes en mes, de tres en tres, el teclado suena.

En marzo, a un año de la temeraria presentación de Pasajeros en la Librería Mágica, luego del compás de espera: ¡Trece puntos de araña fue tinta y papel!

En abril fue tiempo de compartir letras en cuenta regresiva: desde «Besos de mariposa» hasta «Trece».

En mayo, como siempre, comenzĂł la temporada de tormenta de ideas.

En los veraniegos días de junio, Trece puntos de araña llega a Librería Mágica, a la librería Norberto González, a Librería Laberinto y a Libros 787. En el blog compartimos «Lo que habita en un te quiero».

Hubo fiesta en julio, “In sécula seculórum”, y tristezas profundas que transformamos en palabras por “Apolo, la historia interminable”. Tazas y Portadas en Hormigueros acogió nuestros libros, también llegamos hasta Floresta libros y El Candil en Ponce recibió a Trece puntos de araña.

Agosto, cielo rojo, fue tiempo de hablar de Trece puntos de araña con Libros 787.

En la luna madura del noveno mes y no en luna verde, festejamos con palabras e imágenes los ocho años de Libros Pasajeros.

Octubre, mes de presentaciones: primero con un junte de música, palabra y helado para Trece puntos de araña y luego en Tazas y Portadas brindamos con un affogato por Pasajeros, Trece puntos de araña y Libros Fósforos.

En noviembre, fue mes de profundo agradecimiento.

En diciembre, se pone punto final al festejo de mes en mes, de tres en tres de Letraherida, la vida celebra y el teclado sigue sonando.

¿Qué nos depara el 2022?

Memorias: Trece puntos de araña

Antes de las doce campanadas cíclicas del 31 de diciembre, y que compartamos un ReCuento de lo que ha sido el 2021 para Libros Pasajeros, comparto instantes de la presentación de Trece puntos de araña en la Sala de Títeres Leopoldo Santiago Lavandero en la Antigua Alcaldía de Caguas. Amanda Solla Alejandro transformó en poesía-imagen esos instantes. Espero que disfruten de estas memorias de Trece puntos de araña.

Rita Isabel, agradecida…
Página de créditos

Ramonita: Ăşltima entrega

Por: Rita Isabel

La luna subió y bajó mareas en su ciclo de guiños desde la luna llena que alumbró a Ramonita Letraherida un miércoles 3 de diciembre de 1941. En el inmutable ritmo del pasar del tiempo las mareas bajaron y subieron con el ciclo lunar de guiños en menguante y creciente desde que comenzamos esta celebración de los 80 años de Monín. Hoy, en vísperas de luna nueva, Ramonita posa su mirada en el libro El bosque animado de Wenceslao Fernández Flores que hasta hace unos días leía. Mientras esta voz narrativa teclea la última entrega y repasa lo que ha sido el festejo de mes en mes de tres en tres.

En enero festejamos el rezo y los dones que le dieron nombre: MonĂ­n, Ramonita, Ramona.

En febrero develamos el glosario que habita en su memoria.

En marzo la bautizamos como Letraherida.

En abril descubrimos el amor enciclopédico de la pequeña Monín.

En mayo reconocimos, en la joven Ramonita, su universalidad.

En junio afirmamos que la vida, su vida, es narración y en julio que también su vida puede ser una trayectoria búmeran.

En agosto recordamos que Ramonita es poesĂ­a.

En septiembre atestiguamos que la palabra perdura y que Letraherida es narraciĂłn infinita.

Octubre fue un brindis en el lenguaje ent por el entusiasmo que nos infunden las historias que habitan en la abuela MonĂ­n.

En noviembre fue víspera, el porqué de los cuándo nos recordó que todo festejo tiene un punto final.

Llega diciembre, el 3 de diciembre, este viernes… hoy, con mirada entusiasta al horizonte mar, al celeste infinito…

Cerramos el festejo de palabras con la última entrega, para comenzar la celebración en la acción. Con nosotros Letraherida toma rumbo hacia el centro de nuestra Madre Isla. Trazamos la ruta desde el corazón hasta donde se cultivan esperanzas para celebrar sus 80 años.

Los festejos también pueden terminar con tres puntos suspensivos y con una invitación a continuará…

y todas las historias tienen la posibilidad de volver a empezar, algunas se leen, otras se escriben y esta se vive.

Hoy celebro, festejamos como familia, la bendición de ser parte de la historia de Ramonita Letraherida. Hoy agradecemos y brindamos con palabras por sus 80 años: ¡feliz, feliz en tu día, Ramonita que Dios te bendiga, que reine la pasa en tu día y que cumplas muchos más!