Adriana Flores Orozco en Libros Pasajeros: Las festividades

Las festividades

Ya mismo ¡sí! llegan las festividades.

Época del año, donde el olvido no es bienvenido

y me vienen a visitar los muertos

regalándome hermosos recuerdos de la tradición familiar.

Ya mismo ¡sí! llegan las festividades.

Fecha donde escucho voces predilectas

que me hablan de datos culinarios estrictos…

en una sola falla al dato culinario

es razón para que los difuntos se escuchen

riendo a carcajadas con burlas o regañando por tan mala elaboración.

Ya mismo ¡sí! llegan las festividades.

Momentos en donde la memoria es como una grabadora

y aparecen hermosas melodías que te hacen pensar sutilmente

en las voces de los que cantaban ayer y ya hoy no están.

Ya mismo ¡sí! llegan las festividades.

Tiempo en que se va terminando el año,

las tristezas y alegrías aumentan,

porque es donde me despido de mis queridos muertos,

para así esperarlos al próximo año…

y en ese momento crece mis sentimientos

al contemplar el cielo oscuro con fugaces pirotécnicas

que dan brillo a mis pupilas.

   – Adriana F.O.

Adriana Flores Orozco: Dicen que las personas que tienen el don de dar con el corazón, la vida siempre les regresa todo lo bueno que han dado al mundo. También dicen que las personas que tienen una fe inquebrantable son las capaces de devorar o destrozar el miedo y es así como me defino, una dadora de corazón y de fe inquebrantable.

Fecha de nacimiento: 18 de agosto de 1998, Caguas, Puerto Rico.

Preparación académica: Bachillerato en Cultura Turística de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Carolina

Las festividades: es un poema que escribí durante la época de Navidad donde la mayor parte de mi familia se reúnen cálidamente ya sea para hacer una comida, una fiesta o llevar parrandas. Muchas veces para este tiempo las personas mayores juegan un papel muy importante en la vida de los más jóvenes; es decir que para el tiempo de las festividades nuestros abuelos o padres nos enseñan hermosas tradiciones que no debemos olvidar, pero… ¿Qué ocurre cuando esas personas mayores ya no se encuentran entre nosotros? En mi caso empiezo a sentir la nostalgia de los recuerdos del ayer, pero aun así una parte de mi sabe que no todo está vacío que aún esas personas que ya no están presentes en carne y hueso siguen allí observándonos con su espíritu. Por otro lado, el poema culmina con la fiesta de Despedida de Año pues todos sabemos que al culminar el año empiezan los abrazos entre los familiares para luego recibir el nuevo año, en esta transición del tiempo es donde me despido con un grato recuerdo y agradecimiento de los que ya no están para que así se puedan ir a descansar y a su vez volverlos a esperar para las próximas festividades. 

Adriana en Libros Pasajeros

¡Eureka! ¡Aiuto! ¡Manos a la obra!

Por: Rita Isabel

Con esas expresiones comenzó el vaivén de mensajes por correo electrónico y los diálogos cuando nació la idea que, sin querer queriendo, nos llevó a Libros Pasajeros. Un viernes, 13 de septiembre de 2013 comenzó el viaje de Como semblanzas o seis relatos pasajeros en las manos del artista plástico Gadiel Rivera, por eso elegimos esa fecha como nuestro aniversario. Sin embargo, las conversaciones y las labores de Libros Pasajeros empezaron mucho antes, para ser exactos, el germen de lo que sería, surgió el primer domingo de septiembre de 2008 (aunque quizás fue mucho antes). Sin embargo, para honrar la gesta artesanal, embelequera, de círculos de afecto y afinidad creativa que impulsó el proyecto recordamos que fue, más o menos, en junio de 2013 que comenzó el vaivén de palabras acción, palabras artesanías, palabras vínculos.

El primero liberado

Este año queremos festejar como nos gusta, con palabras; como nos encanta el número trece y sentimos cierta predilección por el número ocho; la celebración de este año se extenderá por trece días y regresa al origen: al mandala expansivo. Convocamos en verano a parte de nuestro círculo de afectos y afinidad creativa a entrar en el espacio virtual de Libros Pasajeros para compartir sus escritos. Hasta el 13 de septiembre estaremos compartiendo imágenes y palabras de colaboradores. Este compartir es un gesto de agradecimiento a quienes nos leen y siguen. También es nuestro festejo por ocho años de conspiración-inspiración. ¡Gracias infinitas!

Ramonita: Novena entrega

Por: Rita Isabel

De paraje en paraje, quiso el destino regresar a Monín, ya madre, al barrio que la vio nacer. Su vida ya se narraba junto a la de Carlos Luis, Carlin, Don Carlos, Collazo. Monte en ventolera, la familia Apalabrada y Letraherida completó su tríptico de retoños. Acá donde comienza el día se amanecía con aroma a café y gusto por el trabajo. La tocaya del santo sin nacer y mártir sin morir, antes de empezar las faenas mañaneras abría puertas y ventanas, de par en par, mientras decía: ¡Qué entre la Gracia de Dios!

Como la palabra es poder, ante momentos muy particulares, como madre que narra el prólogo de la historia de sus retoños, se le escuchaba pronunciar las palabras que cerraban el asunto: allá tú con tu consciencia. En aquella inmensidad, tocando casi el infinito celeste y con la consciencia despierta la familia Apalabrada y Letraherida vivió (y vive) las palabras de Lao-Tsé:sin traspasar puertas, conocieron el mundo todo; sin mirar afuera de la ventana, navegaron en el camino del cielo. Comprendieron que con un libro abierto sin moverse se conoce; sin mirar se observa; sin hacer, se crea”.

Entonces Monín, Ramona, Ramonita guió a María Elena, Carlos Antonio y Rita Isabel a trazar sus nombres como aquella maestra en primer grado le enseñó a trazar el propio: Ramonita.

Elenita, la que salía en busca de una estrella vacuna con la de una historia de Flores, fue la primera en nombrar a Monín, Ramonita, Ramona Letraherida como mami. Carlitos, el que siempre hizo lo que quiso y sabía llevar sombrero como su abuelo, reafirmó ese nuevo título y Ri, la que hablaba con las cabritas, selló aquella nueva manera de llamar a la que nació un 3 de diciembre en el hogar de Antonia, la de la Historia de Flores, y Antero, el que sabía cuándo y cómo usar sombrero.

Como madre Letraherida narró a sus retoños los cuentos de “La gallinita colorada”, la de “Las tres cabritas”, “El patito feo” y muchos más. Con Elenita, disfrutaba las historias de Los tres cerditos, Cenicienta, Blanca Nieves, Mary Poppins y otros relatos narrados y cantados en las versiones de Walt Disney. Era un álbum de colección con discos de pasta que aún se conservan. A Carlitos lo enamoró de la lectura con “Orongo el muchachito de la isla de Pascua” que leyó infinidad de veces. Mientras que a Ri la atrapó con, “La vendedora de fósforos” que tuvo que leerle mil veces y un poco más antes de que la benjamina pudiera leer por sí misma.

El hogar era un espacio repleto de libros y cada rincón narraba una consciencia de identidad, conservación, anécdota y legado.

Monín Apalabrada fue madre activa que junto a otras se unió para lograr que las letrinas de la escuelita rural a la que asistían sus retoños estuvieran siempre limpias y más adelante se trasformaran en baños. Luego fue líder comunitaria y catequista. Muchos niños escucharon de la voz de Monín la hermosa historia de la Natividad, la Epifanía y la Pascua de Resurrección. Su profesión la ejerció desde el espacio doméstico, familiar y comunitario. Es una gran educadora y su disciplina, la economía doméstica o ecología del hogar, la vive desde el quehacer cotidiano.

La familia de Carlos Luis Apalabrado y Ramonita Letraherida fue parte de la narrativa de su época, testigos activos de rescatar la memoria colectiva puertorriqueña, peregrinando los 23 de septiembre a Lares y los 25 de julio al Cerro Maravilla. Marcharon y se manifestaron por el idioma, la liberación de los presos políticos y por la paz en Vieques. Como entusiastas de la cultura de nuestra patria, participaban todos los años de la Feria de Artesanías en Barranquitas y los paseos domingueros se alternaban entre parajes costeros, lugares con valor histórico y visitar las plazas de los pueblos. Siempre en el camino se escuchaba música clásica o la charla sobre personajes históricos, curiosidades culturales o situaciones sociales de nuestra isla. También debates de cuál era la ruta por seguir, que siempre ganaba Monín ya que, además de tener un glosario vivo en su memoria, tiene un excelente sentido de orientación y una inteligencia espacial envidiable. El tiempo pasa, la palabra perdura y este festejo continuará…   

Ramonita: Octava entrega

Por: Rita Isabel

A la pequeña Monín no se le negó la crudeza de los cuentos de un Juan Bobo que llega hasta al fratricidio con su lógica juanesca. En los atardeceres en casa de mamá y papá, sus abuelos maternos, mamá narraba historias de esas que la oralidad salva y trasmite de generación en generación. Entre cuento y cuento aprendió rimas y canciones breves con la abuela que como ella era tocaya del santo sin nacer y mártir sin morir. De escuchar a leer, la fascinación por la palabra con ritmo y cadencia enfrentó a Ramonita con la pregunta:

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?

Poesía… eres tú.

Pero antes que los versos y la prosa de Bécquer flotasen ante sus ojos, en la época que aprendió a trazar las letras para su nombre: la ere, la a, la eme, la o, la ene, la i, la te y la a, conoció las palabras de Rubén Darío. A viva voz y a voz en cuello declamaba:

Margarita, está linda la mar,

y el viento

lleva esencia sutil de azahar;

yo siento

en el alma una alondra cantar;

tu acento.

Margarita, te voy a contar

un cuento.

Recitaba hasta la última palabra disfrutando la rima y el ritmo de la historia en la que una princesita que, gracias al buen Jesús, luce, con la estrella, verso, perla, pluma y flor.

La pequeña Monín también aprendió, con el gusto de las palabras que narran con cadencia, aquel poema de Gustavo Adolfo Bécquer que cierra con los versos:

Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche

llevan al caminante a perecer;

yo me siento arrastrado por tus ojos,

pero adónde me arrastran no lo sé.

Letraherida cultivó rosas blancas con José Martí y de sus manos florecieron ramos de rosas como “El dulce milagro” de Juana Ibarbourou. Quiso jugar con la niña negra de Cane, conoció las penas de amor de la niña de Guatemala, también las desdichas del seminarista de los ojos negros y estuvo al tanto del desenlace de la leyenda del cedrón. Con José Gautier Benítez cantó a Puerto Rico, con Luis Llorens Torres se despidió de Collores y caminó por la encendida calle antillana con Palés Matos. Quienes conocen la intensidad de su mirada no dudarían en recitar las palabras de José P. H. Hernández para afirmar que:

Si Dios un día
cegara toda fuente de luz,
el universo se alumbraría
con esos ojos que tienes tú.
Pero si -lleno de agrios enojos
por tal blasfemia- tus lindos ojos
Dios te arrancase,
para que el mundo con la alborada
de tu pupila no se alumbrase;
aunque quisiera, Dios no podría
tender la Noche sobre la Nada…
¡Porque aún el mundo se alumbraría
con el recuerdo de tu mirada!

Mas si se le pregunta a Ramonita qué poema ronda sus ideas con la preferencia de lo que resuena en las entrañas se escucharía como respuesta un canto de rebeldía:

¡Ah, desgraciado, si el dolor te abate,
si el cansancio tus miembros entumece!
Haz como el árbol seco: reverdece
y como el germen enterrado: late.

Resurge, alienta, grita, anda, combate,
vibra, ondula, retruena, resplandece…
Haz como el río con la lluvia: ¡crece!
Y como el mar contra la roca: ¡bate!

De la tormenta al iracundo empuje,
no has de balar, como el cordero triste,
sino rugir, como la fiera ruge.

¡Levántate! ¡revuélvete! ¡resiste!
Haz como el toro acorralado: ¡muge!
O como el toro que no muge: ¡¡¡embiste!!!

Porque la poesía-herramienta que palpita en la nieta de Ramona, es arma cargada de futuro expansivo, es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos; pero, sobre todo, en su historia, son gritos en el cielo y en la tierra son actos, lo más necesario.

Apolo, la historia interminable

Por: Rita Isabel

En estos meses de vacaciones saqué tiempo para ver las tres temporadas de Stranger Things. Sí, lo sé, ando un poco a destiempo, pero a veces me doy el lujo de ser atemporal. En fin, que me encantó la serie y aunque la primera temporada fue mi favorita, con la tercera sí que me disfruté el viaje en el tiempo. No, no es una reseña de la serie lo que haré. Solo que doy vueltas antes de entrar en materia como hacen los perros antes de acostarse. Trato de morderme la cola como serpiente emplumada.

Cuando en el momento clave de la tercera temporada, en el instante de mayor tensión dramática y acción desesperada, mi personaje favorito canta a dúo la canción tema «Never Ending Story» sonreí con más de tres décadas menos, fue un viaje en el tiempo. La travesía la hice cabalgando en Fújur, (Falkor o Falcor como en la película “The Neverending Story” 1984 que me hizo conocer la historia de la novela de Michael Ende, aunque él no estuviera conforme con esa adaptación al cine de su libro, pero ese, es otro tema y cuando leí la novela entendí al autor).

Fújur y cito a wikipedia: “es un dragón blanco de la suerte, que son de los animales más raros de Fantasia, donde los dragones de la suerte no se parecen en nada a los dragones corrientes. Ellos son criaturas del aire y del buen tiempo, de una alegría desenfrenada, y a pesar de su colosal tamaño, ligeros como una nubecilla de verano. Por eso no necesitan alas para volar. Su cuerpo es largo y flexible, con escamas color madreperla. Sus ojos son de color rubí. Nadan por los aires del cielo lo mismo que los peces lo hacen en el agua. Desde tierra, parecen relámpagos lentos.” Lo sé, no es una fuente fidedigna, pero hoy no es necesaria una fuente veraz.

En diciembre de 2019 llegaron a nuestras vidas dos cachorros perrunos, todo parecía indicar que eran hermanos, una hembra y un macho… abandonados en el barrio. Sin querer queriendo decidieron que la loma donde vive nuestra familia era el lugar idóneo para habitar. Mi sobrina los bautizó como Venus y Apolo e intentamos buscar una familia que los acogiera porque éramos muchos y

Nadie pudo adoptarlos porque ellos no querían, ambos nos habían adoptado a nosotros. La cachorrita no sobrevivió al periodo en el que aún no aceptábamos que ya les pertenecíamos. Cuando la echamos de menos la buscamos hasta el agotamiento en el que te das por vencido… fue en ese vencernos que una danza de docenas de moscas me llevó hasta su cadáver en la finca, debajo de los achiotes y cerca del almendro. Lloré a Venus como se llora a un pajarito que choca con una ventana o puerta de cristal y por más que intentas darle aliento muere en tus manos.

Decidí, sin descuidar a mi Sombra, proteger a Apolo para que no le pasara lo mismo. Creo que él supo de mi propósito. Como mencioné, llegaron a principios de diciembre de 2019 y no fue hasta mediados de febrero de 2020 que logré que me permitiera acariciarlo. Él sí nos acariciaba con pequeños mordiscos o con el hocico, pero era arisco, amable, pero arisco y excesivamente juguetón con tendencias cleptomaniacas. De más está decir que no toda mi familia estaba contenta con la llegada de Apolo a nuestra loma del viento.

A medida que fue creciendo noté que tenía algo especial, un noséqué extraño. No me refiero a su pelaje totalmente blanco, ni a sus ojos diferentes. Apolo era especial, pero la impresión de extrañeza o rareza que me infundía no la pude descifrar inmediatamente.

En una ocasión que se envenenó me buscó para que lo ayudara. Mi sobrina y yo lo llevamos al veterinario. Cuidarlo no fue fácil, ya era cuesta arriba convivir con Sombra para velar por Apolo. Pero se recuperó y me dejó claro que era un espíritu independiente, una criatura que necesitaba del aire libre y que si lo bañaba pasarían semanas antes de que me perdonara. Por un tiempo intentó liberar a todos las personas perrunas que estaban confinadas en nuestros respectivos hogares: a Cameo, a Sombra, a Piru. Solo logró la emancipación de Piru. Sombra se convirtió en su amigo en las puestas de sol y cuando estaba de visita en casa de mis padres. Cameo era un amigo al que visitaba de vez en cuando y de cuando en vez.

Esa fue la etapa más difícil, su tendencia cleptómana dio paso a su instinto cazador. Primero fueron las gallinas y gallos del barrio, luego me trajo pajaritos, hasta un pitirre. Le pedí a Sombra que le explicara en lenguaje perruno el respeto a la vida y el peligro de ser víctima de la venganza de los vecinos por comerse a sus gallinas, establecí firmemente que no podía traer los cadáveres a mi patio… casi me desmayo el día que lo sorprendí jugando con ratitas recién nacidas que extrajo del nido de ratas… Pero el día que lo vi al acecho de un guaraguo fue cuando comencé a sospechar. Decidí hablarle de la diosa de las aves y de lo que era capaz si se enteraba de lo que hacía y pretendía. Pero Apolo era un ser de la suerte por lo que hasta la diosa de las aves le perdonó sus instintos.

Piru era su cómplice y compañero de aventuras cuando se escapaban a la curva de los muertos, Sombra no lo fue porque no se lo permití. Varias veces, en sus juegos al atardecer, cuando Sombra lo perseguía parecían veloces nubecillas de verano, relámpagos lentos en cámara rápida. En esos breves instantes eran dichosos y en su dicha me hicieron bailar como trompo y caer como guanábana en varias ocasiones.

Sonrío al recordar cuando llegaba hasta el portón y esperaba a que le abriera, él podía llegar a la casa por el risco sin necesidad de esperar en el portón por mí. También recuerdo con especial ternura, porque Apolo nos enternecía de muchas maneras, cómo cuando mi papá el 31 de enero de 2021 quedó encamado, Apolo se escabulló para llegar hasta su lado e intentar animarlo a que se levantara y caminara. En los meses de recuperación de mi papá Apolo llegaba todos los días hasta su cama para animarlo y cuando no podía estar dentro de la casa se asomaba por las ventanas. Creo que sus ánimos fueron de gran ayuda. Desde esa temporada mami le permitió entrar a la casa y tenían un pacto…

Desde el principio tuve la certeza de lo que era y tímidamente acepté su naturaleza. Por nacer en el Caribe antillano no tenía un tamaño colosal, tampoco sus ojos eran color rubí, pero sí eran diferentes entre sí y poco usuales en comparación con los ojos de otras criaturas de su especie. Aunque su pelaje, a la vista, escondía las escamas color madreperla, cuando lo acariciabas eran evidentes al tacto. En broma lo dije en voz alta varias veces y todos lo tomaron por eso, una broma.

Apolo era un dragón, un dragón blanco de la suerte. Su estadía en nuestras vidas nos llenó de buen tiempo y alegría, nos hizo compañía en el periodo pandémico. Ayer su cuerpo, que no necesitaba alas para volar, fue impactado por un auto cuando regresaba de sus correrías con Piru a la curva de los muertos. Fue un accidente. Murió tan cerca y tan lejos de nosotros. Esta mañana al buscarlo, unos vecinos nos hablaron del accidente, quien lo impactó se lo llevó. Lloré, lloro, como se llora perder a un dragón blanco de la suerte, los animales más raros de Fantasia, donde los dragones de la suerte no se parecen en nada a los dragones comunes.