Carlos Luis Apalabrado: Segunda entrega

Por: Rita Isabel

Apalabrar = Dicho de dos o más personas: concertar de palabra algo.
Palabras afines: acordar, concertar, pactar, dar la palabra

El domingo 13 de abril pasó, como todo pasa, y no hubo letras para el festejo, aunque sí luna llena y el deseo de cumplir con mi palabra. Aquí estoy apalabrada en contra de apagones, computadoras que dejan de funcionar y de mareas de salud quebrantada: porque nunca es tarde cuando la palabra dada se cumple. En esta segunda entrega, las anécdotas se me escapan y sólo retengo su eco; por ello, en vez de narrar tejo palabras:

El pequeño Carlin

llegó lejos

a manos llenas

y apalabrado

a la sombra del mangó centinela

en cumbres borrascosas

a la sombra de la astucia de Sancho Panza

en cantinfladas sabias

a la sombra de la búsqueda de la justicia de don Quijote

del de un lugar de la Mancha

del de la mancha de plátano

se rasca la cabeza, indaga y ata cabos sueltos

a buen entendedor un chin de palabras nutre

testigo

de la Segunda Guerra Mundial

del entierro de Albizu

andante

en la marcha en defensa de nuestra lengua vernácula

en el reclamo por la paz de Vieques

peregrino

hacia el cerro Maravilla los 25 de julio

hacia Lares los 23 de septiembre

viajero en su isla, de plaza en plaza

Carlin

con periódico en mano

con la radio como compañera

con las manos en fértil terruño

tallando bastones

sembrando y resembrando

con los hermanos Karamazov

con el violinista en el tejado

en conversaciones con Krishnamurti

Así habló Zaratustra

Juan calalú apaga la vela

y enciende la luz

¿Entendiste Cla?

a Dios rogando y con la azada arando

con aroma a mandarina

con el firme convencimiento

de que el que madruga

Dios lo ayuda

Carlos Luis, tío guineo, abuelo Carlin

por el fruto de su amor,

en sus hijas y sus hijos,

el apellido que por años se le negó

anda unido al Vázquez;

en sus nietos y nietas

se acompaña de Santos y Gaudes

anda estampado en Libros Pasajeros,

y su sangre se multiplica en los Benedikt

don Carlos

en el balcón atesora recuerdos

colecciona epitafios y esquelas

citas citables

es su espacio para soliloquiar,

para tararear.

Cierne (de cernir y de cerner)

como abono para enraizar memorias

como vuelo para el presente

apalabrado

y a manos llenas

contra toda sentencia

(o por ella)

llega lejos

muy lejos.

De mes en mes, de trece en trece (o cuando el tiempo lo permita) festejaremos con palabras anecdóticas y brindaremos por el Apalabrado que llegó lejos y a muchos lados.

¿Hasta cuándo? Hasta el 13 de marzo de 2026.
¿Por qué? Ese día Carlos Luis Apalabrado, el abuelo de Libros Pasajeros (mi papá), cumple 90 años.

¡Festejamos a tiempo y a destiempo!

Carlos Luis Apalabrado: Primera entrega

Por: Rita Isabel

Apalabrar = Dicho de dos o más personas: concertar de palabra algo.
Palabras afines: acordar, concertar, pactar, dar la palabra

No sé cómo me puede sorprender que mi padre naciera un viernes 13. En el decimotercer día del tercer mes de 1936, en periodo de luna gibosa menguante, nació Carlos Luis Collazo Rodríguez; el tercero de siete: Rafi, Pura, Carlin, Hiram, Eneida, Lilin, Selenia. Es natural del centro geográfico de Puerto Rico, específicamente del sector La Pica del barrio Pueblo (Orocovis-Pueblo). Por el año de nacimiento, se afirmará que pertenece a la Generación silenciosa, pero para Libros Pasajeros Carlos Luis es un Apalabrado.

El protagonista de “A manos llenas” asistía a la escuela descalzo. Se sentaba al final del salón acompañado de otro niño más pobre que él, no recuerda su nombre, pero sí su cómplice compañía. Asistía a la escuela porque lo obligaban. En él habitaba el río, las guábaras, las buruquenas, los camarones de agua dulce y la libertad. Un triángulo de afectos lo alimentaba a la orilla del río: Rita, padrino Tite (hijo de Rita) y su esposa Mercedes. Rita, a quien quiso como se quiere a una abuela… al firmar, trazo su nombre.

Sus recuerdos se confunden en la bruma de la distancia del tiempo, en su manera particular de pensar, sentipensar. Mente lógica matemática para lo práctico, mente divergente para narrar su historia. Juana, Peyo (que vivió con ellos), María, Hortensia, Chuito (el músico que viajó a Nueva York y desapareció) fueron sus tías y tíos, su madre Rosa, su abuela Elena (a la que se le murieron los esposos). Elena… así nombraron a mi hermana mayor.

¿Su padre? Era una presencia ausente. No me aventuro a describirlo porque es poco lo que cuenta de él, porque es mucho lo que calla. Sólo mencionaré lo que escuché repetir muchas veces por mi familia paterna. Fue alcalde de Orocovis y añadiré que, indagando, encontré que en los años que fue alcalde se construyó el edificio de la Casa Alcaldía de Orocovis. Su nombre fue Bernardo Collazo. Bernardo… el tercero de mis Tres Santos Sobrinos heredó su nombre (por nacer mujer no es el mío).

De niño mi padre era Carlos Luis Rodríguez, Carlin para su familia y el apodo por el que lo conocían me lo reservo para proteger al niño de “A manos llenas”, que nadie defendió. Su coraza fue su inocencia, candor, candidez. Coraza que heredó de su madre. El pequeño Carlin era feliz en el río, se fugaba de la escuela para nadar en él, trabajaba en una panadería de madrugada antes de ir a la escuela, dormía con su hermano mayor en una cama pisa y corre, hermano que lo sacaba del río para que llegara a la escuela. Escuela en la que una maestra le rompió en la cabeza, como reprimenda, el primer libro escolar que tuvo porque lo encontró garabateado. Su memoria no alcanza a recordar si él fue el responsable de los garabatos o su hermano menor. Mas sí recuerda que bajo la sombra del mangó centinela saboreó los frutos con acento en la o.

En esa niñez, por sus fugas al río, escuchó como lo sentenciaban: no vas a llegar a ningún lado. Carlos Luis llegó de corazón a corazón, de Orocovis a Caguas, del río a un torrente de palabras. Llegó a los libros, a los números, a la siembra y contra las sentencias y reprimendas o por ellas, es, a manos llenas, un ser de Palabra un Apalabrado.

Hoy que celebramos su nuevo año personal (su cumpleaños 89) comenzamos el festejo camino a sus 90 años. De mes en mes, de trece en trece festejaremos con palabras anecdóticas y brindaremos por el Apalabrado que llegó lejos y a muchos lados.

¿Hasta cuándo? Hasta el 13 de marzo de 2026.
¿Por qué? Ese día Carlos Luis Apalabrado, el abuelo de Libros Pasajeros (mi papá), cumple 90 años.

¡Festejamos desde hoy!

En pocas palabras: Recordar… porque sólo el olvido muere

Por: Rita Isabel

En pocas palabras: Comparto lo que sientopienso de lo que leo…

Escribir es la manera más profunda de leer la vida.

Francisco Umbral

La lectura es un acto de resistencia contra el olvido.

Irene Vallejo

Y la escritura también.

1

La belleza de las vísperas

Podría comenzar este escrito afirmando que el martes 11 de febrero de 2025 murió la musa de muchas de mis letras, o que llegó el Ocaso de Flores. Mas ni uno ni otro… la sietemesina Antonia, la de una historia de Flores, la bisabuela de Libros Pasajeros, a sus 103 años de vida, se despidió de este plano terrenal y ya está en presencia de Dios (¿o siempre lo estuvo?). El cundeamor se enreda en mi garganta y todo lo veo caleidoscópicamente. Me refugio en las palabras de Eduardo Galeano y en su “Ventana sobre las vísperas” que, en ritual lúdico las hago mías, para describir la víspera de su partida.

Se duermen las hojas del moriviví

florece de pronto el flamboyán

el coquí canta sin cesar

los árboles de la finca se desploman

los gongolíes se enroscan

los cucubanos la buscan

las luces prenden sin ser encendidas

salen múcaros, san pedritos, carpinteros y comeñames

vuelan en remolino los zumbadorcitos

vuelan en fila, hermanados, guaraguaos y pitirres

vuelan las sirenas desde el mar

estallan las vainas de las miramelindas

y llueven gardenias, orquídeas, amapolas en La Mesa Alta.

Así se anuncia el tiempo de la partida de Antonia

según dice una de sus nietas,

que desconoce el porqué de los cuándos.

2

Preparadas

El sábado primero de febrero estuve todo el día con abuela, desde el atardecer del viernes hasta el anochecer del sábado. En el vaivén del día, en un momento que descansaba en duermevela, despertó y me llamó por mi nombre. Pronunció aquellas dos sílabas en las que se resume mi identidad cotidiana de una manera especial: consciente, amorosamente, de reconocimiento. Le respondí: aquí estoy. Me acerqué y me miró a los ojos. ¿Sería esa su manera de decirme adiós? Gracias a ese instante por fin puedo sentir las palabras de Mario Benedetti:

Se despidieron,

y en el adiós,

ya estaba la bienvenida.

3

Tomar su mano

Estuvo en el hospital desde el miércoles 5 de febrero, primero en sala de emergencias, en un espacio llamado área estabilizadora. No nos dejaban estar con ella en ese espacio, pero dos veces me colé para tomar su mano. El jueves en la noche pasó a un cuarto. Nos organizamos para cuidarla y nos preparamos para los cambios una vez saliera del hospital porque comprendimos su nueva fragilidad.

4

Certezas

Su último latido fue a las seis de la mañana del onceavo día del segundo mes del año, no sé si en punto, su nieta mayor (mi hermana) es quien conoce el dato exacto. Ese día desperté y tuve la certeza de que no regresaría a su hogar. A la 6:08 recibí la llamada… no volvería. Al ir a casa de la Letraherida (mi mamá, la hija mayor) y del Apalabrado (mi papá), para dar la noticia, no tuve que decir palabra.

5

Que se haga su voluntad

En el proceso de acompañamiento en su vejez hubo un momento en que pidió que su bisnieta mayor ya no durmiera una noche a la semana con ella. No quería que le tocara su despedida. Cumplimos su deseo hasta que el adiós impensado de su segunda hija, (nuestra amada titi Gloria) y el paso del huracán María en la isla nos impactaran tan fuerte que cambió nuestro cotidiano. Después de esos eventos, el acompañarla no era acto preventivo, era necesario y la mayor de mis Tres Santos Sobrinos, nuevamente, se unió al cuido nocturno. Me gusta pensar que, hasta el último momento en este plano, Antonia hizo su santa voluntad, se despidió en la mañana del martes en compañía de unos de mis primos, no de su querida bisnieta quien dormía las noches de los martes con ella. Mas la última noche que durmió en su hogar, durmió con Sarita.

6

Cuando está en el jardín

Cuando partió los minutos no se detuvieron, el universo siguió su ciclo vital, la vida continuó. Por ello comprendí el significado trascendente de la palabra duelo, sentí el sonido de su ausencia, del concepto desvivirse. Pero al escuchar a tío, el menor de sus hijos, decir, que los versos de la canción “Pescador de hombres”: mi cansancio que a otros descanse, siempre le recordaban a abuela, los conceptos duelo, ausencia, desvivirse se disiparon para dar paso a una sola palabra: amor.

7

De todos nosotros

Abuela no nos pertenecía, no era sólo nuestra… no sólo sientopienso esto de hígado-corazón sino que lo escuché en estos días en labios de otras personas cercanas a la familia. Luego de la muerte de abuelo y de quienes la hicieron Flores Rosario, se consagró a servir a la comunidad como ministro de la eucaristía, catequista, cofrada del Sagrado Corazón de Jesús, líder comunitaria. Doña Antonia en su dimensión espiritual fue de tantos… y de ella misma. Por varios años, participaba anualmente en un retiro de silencio en Aibonito (Así como también iba al festival de las flores). Escribo esto y recuerdo algo que escuché hace poco en el video de Fabián C. Barrio “Epitafios para tumbas ajenas”: El silencio no es el final es otra forma de hablar. El silencio es otra forma de hablar.

8

Letanías

A veces me pregunto cuánto me amaba, que era capaz de prestarse a mis búsquedas y locuras como cuando escribí estas letanías sobre ella para uno de sus cumpleaños. Aunque nunca le dije que eran letanías.

Frágil sietemesina.

La abuela de todos nosotros.   

Ferviente aprendiz.

La abuela de todos nosotros.   

Ávida lectora.

La abuela de todos nosotros.   

Tejedora de ensueño.

La abuela de todos nosotros.   

Devota del amor.

La abuela de todos nosotros.   

La gran madrugadora.

La abuela de todos nosotros.   

Jardinera encantadora.

La abuela de todos nosotros.   

Cocinera excelente.

La abuela de todos nosotros.   

Coleccionista de dedales.

La abuela de todos nosotros.   

Maratonista de pasillo.

La abuela de todos nosotros.   

Maestra del bordado.

La abuela de todos nosotros.   

Amante del silencio.

La abuela de todos nosotros.   

Golosa, golosita.

La abuela de todos nosotros.   

Ángel de la guarda.

La abuela de todos nosotros.   

9

Novenario

El domingo 23 de febrero culminó el novenario. Nueve días después que enterramos su cuerpo. Quiso la casualidad o causalidad que descansara en el sepulcro un 14 de febrero, día del amor. Fue amor… es: porque sólo el olvido muere.

¿Por qué novenario? La tradición de nueve días de duelo no es sólo una tradición judeo-cristiana. Por lo que leí, navegando por aquí y por allá, se presenta en varias culturas. Mas insistía e insisto, en cuestionar por qué nueve y no siete u ocho. Mientras me empecinaba en saber el porqué nono he llorado, me he sentido en un limbo, he compartido imágenes de ella como narración visual y he rezado el rosario en la sala de casa de abuela, en familia y comunidad. También rescaté una escena que escribí para Trece puntos de araña ( mi segundo libro), pero descarté. La escena se inspiraba en algo que experimenté con la muerte de nuestra tía más joven, la que preparaba las deliciosas galletas de avena:

            Por fin lo comprendía. Inmersa en el rezo repetía y repetía las avemarías, arrastrada por cada avemaría que coreaban a mi lado las personas reunidas en aquel salón de la funeraria. A ambos lados de la caja dos chicos de unos 12 años de edad, con el uniforme de su escuela, hacían todo lo posible por no cabecear y hacer la guardia de honor al cadáver de la que había sido su maestra hasta que la remisión de tres años dio paso al regreso del cáncer un mes atrás. La tristeza que me agobiaba y no ningún tipo de fuerza de voluntad era la que me mantenía alerta con los padrenuestros y letanías zumbando en mis oídos y en mis labios. Fue así como entendí por qué se rezan rosarios a los muertos. No tiene nada que ver con el difunto. Se reza para los vivos para los dolientes como bálsamo ante la perdida y el desprendimiento, como antídoto contra la lucidez que nos lleva a tener la certeza de la inexorable soledad de estar vivos y por ende de estar, eventualmente, muertos. Se reza para adormecer la lucidez para sentirse aunado. En esas estaba, entendiendo la fuerza de aquel mantra católico ensartado en cuentas, cuando me percaté que…

En el noveno día, por primera vez, participé de un rosario cantado y volví a sentir la fuerza de rezar juntos, la resonancia de un rezo canto. Luego del rosario y de beber chocolate caliente, mis primos bromeaban que, durante nuestra niñez, al escuchar las letanías pensaban que el Ruega por nosotros era Juega por nosotros. No puedo evitar sonreír.

Sobre por qué nueve días, no he encontrado una respuesta precisa. Algo leí sobre que el nono es el número de la perfección absoluta por ser la agrupación tres veces tres. También encontré que es el número de la verdad por ser uno incorruptible; ya que cuando se multiplica por cualquier dígito, lo dos dígitos resultantes suman nueve. Asimismo, se relaciona con lo trascendente y la finalidad o cumplimiento de un propósito. Quizás esto último se relacione a la gestación de nueve meses en los seres humanos. Repito, no he encontrado una respuesta precisa.

Cierro estos nueve días de pésame, duelo, devoción…culmino este trance en gratitud. Estoy consciente de que a partir del lunes 24 de febrero abrazaré en su totalidad la ausencia física de la de una historia de Flores, de la sietemesina Antonia, de la musa de Ocaso de Flores. Me abrasaré en el cambio del cotidiano, sobre todo en los atardeceres de los miércoles y los amaneceres de los jueves, en cada fin de semana marcado en mi calendario con la palabra abuela.

En pocas palabras: Culmino el novenario retomando la escritura como acto de resistencia contra el olvido y con la certeza amorosa de la presencia intangible y trascendente de ella en mí. Agradecida por la bendición de haber contado con su presencia tangible durante casi 49 años y serena por haberme regalado el tiempo de apreciar su existencia (junto a mi familia Apalabrada y Letraherida, sobre todo con mami, Elena y Sara) hasta el último latido de su corazón y más allá del silencio.

Desde el lunes un cucubano habita en mi cuarto y, mientras escribo, otro me acompaña desde la ventana…

Ventana sobre Libros Pasajeros en el 2024

Por: Rita Isabel

(Adaptación del escrito de Eduardo Galeano “Ventana sobre el tiempo” del libro Las palabras andantes)

Compartimos nuestro re-cuento: tradición lúdica de fin de año.

En Libros Pasajeros, enero fue (es) tiempo de epifanías. El 21 de enero publicaron en el Post Antillano la entrevista por Wilkins Román Samot sobre mi quehacer literario. Culminamos el mes con el sombrero de editora en la ceremonia de los Premios Nacionales del Instituto de Literatura Puertorriqueña. Tiburón, de Jesús A. Zambrana, recibió el galardón nacional en la categoría de Creación.

En febrero runrunes de Ocaso de Flores y de los Quintetos Viajeros. Regresamos a Enserio Books con Maribel Vázquez Lebi y festejamos el 29 de febrero el cumpleaños de las protagonistas de Trece puntos de araña. El río suena, hay carnaval de letras.

En marzo ocurre la parición de los libros miniaturas, libritos únicos para el grupo C.A.S.A. de la comunidad Los Panes en el barrio Beatriz de nuestro Caguas.

En abril, tiempo de letras, participamos de la tercera Feria anual del Libro en Caguas en el Segundo Congreso Internacional de escritores. Reactivamos Viandantes en Libros Pasajeros con “¿Dónde estará cuando despiertes?” de Jesús A. Zambrana.

En mayo se cosecha, conversamos Entre amigos, libros y una copa con Sandra Colorado y Marivel Galindo.

En el primer día de junio presentamos Tiburón y Ocaso de Flores en El Candil en Ponce. “Cuando sea grande” de AnaiaTorres Carrasquillo  fue el Viandante del mes y En pocas palabras reseñamos dos libros.

“El vacío” de Calamity y “El vendedor de azucenas” de Sandra M. Colorado fueron Viandantes en julio. En pocas palabras reseñamos un álbum musical y varios libros. Siguen los runrunes de Ocaso de Flores y de ejemplares de los Quintetos viajeros. Ocaso de Flores llegó a Tazas y Portadas y Hablo Libros, Coral Rivera, lo reseñó.

Agosto, cielo rojo, Ocaso de Flores fue “Un canto al ahora” gracias a la reseña de Lynette Mabel Pérez (y el apoyo de Iris Miranda) publicada en el Post Antillano y Maribel Vázquez Lebi reseñó Pasajeros.

En la luna madura del noveno mes y no en luna verde, se festejó el 13 de septiembre con Un Ocaso de Flores para un cadáver exquisito: ¡Once años de Libros Pasajeros! “Y mientras te miro, respiro, y mientras respiro, vivo” de Sheila Burgos fue Viandante.

Octubre, mes de presentaciones, Abonés por su 30 aniversario nos acogió para presentar Tiburón y Ocaso de Flores. Aida Mendoza reseñó la presentación de Ocaso de Flores y escribió: “Durante la presentación fue particularmente conmovedor ver que los padres de la autora y su sobrina la acompañaron, subrayando la importancia de la familia en este proyecto literario”. Hubo festejos familiares…

En noviembre, todo es gratitud y silencio. La entrevista por Wilkins Román Samot sobre mi quehacer literario la publican en Letralia (la revista de los escritos de habla hispana de Venezuela). Más festejos familiares…

En diciembre la vida celebra, las letras festejan. Sandra Colorado se unió al reto literario 2024 y comentó algunas de sus lecturas durante el año, entre ellas: ¡Ocaso de Flores! Y expresó: “Me inspiró… me llevó a mis tiempos de infancia…” La nochevieja en apagón… Y siguen los festejos familiares…

Gracias totales a cada persona que sigue el rastro de nuestro quehacer literario y es parte del mandala de afectos y afinidad creativa que es Libros Pasajeros.

¿Qué nos depara el 2025?

Runrún 9: Sobre uno de los doce

“… mi nombre crece continuamente;

de modo que mi nombre es como una historia.

Los nombres verdaderos cuentan la historia de quienes los llevan…”

El señor de los anillos

Por: Rita Isabel

Rita Isabel Collazo Vázquez… tan pronto pronunciaron mi nombre, para pasarme la palabra, me percaté que una persona en el público lo reconoció, a mi nombre. Fue curioso porque precisamente al llegar a Abonés, esa persona me pareció familiar, pero contrario a otras ocasiones que logro identificar el dónde y porqué siento que conozco alguien, en esta ocasión fue una sensación sin recuerdo. Mas en ese instante tuve la certeza de que definitivamente hubo un reconocimiento y que ella, a diferencia de mí, conocía o identificaba mi nombre. No sé cuán frecuente es que algo así ocurra, en otros espacios me ha sucedido, pero va precedido de circunstancias muy particulares que llevan al comentario: ¡tú eres Rita, he escuchado mucho de ti! En ese momento fue distinto.

Tuve que terminar de presentar a Jesús A. Zambrana y esperar a que, a su vez, el completara su presentación de Tiburón para dilucidar el enigma. ¿Quién era esa señora simpática y elegante que identificaba mi nombre y que me parecía tan familiar? Me repetía: me la presentaron como Idalia, su nombre es Idalia. Al acercarnos por segunda vez en la noche supe quién era, aunque era la primera vez que la veía en persona. Reconocí al cuarto par de manos que recibió un ejemplar de Como semblanzas o seis relatos pasajeros un martes 17 de septiembre de 2013. ¡Ha llovida, y cómo ha llovido! Aguaceros de palabras… Era, es Idalia Díaz Colón directora de la biblioteca pública Dr. Pedro Albizu Campos de Caguas.

Al conversar supe que el ejemplar de Como semblanzas o seis relatos pasajeros que habitaba en la biblioteca sucumbió al embate del huracán María en septiembre de 2017. Admito que evadí por siete años constatar lo que imaginé, que uno de los libros viajeros ya no estaba. Arte efímero, vulnerable, frágil, pasajero…

 Fue grato conocer a Idalia Díaz Colón y poder expresarle, en persona, mi gratitud por haber recibido a Como semblanzas o seis relatos pasajeros en el 2013.

Nos encontramos nuevamente en Abonés para la presentación de Ocaso de Flores y le llevé como obsequio un ejemplar de Pasajeros.

Ese instante en que vi el rostro de Idalia reconocer mi nombre ha sido muy significativo, pues una vez me dijeron que debía cambiar mi nombre o no usarlo completo porque nadie podría recordarme, reconocerme como escritora, como autora. Me negué porque mi nombre es como una historia y los nombres verdaderos cuentan la historia de quienes los llevan. Mi agradecimiento infinito a Idalia Díaz Colón por reconocer mi nombre y conocerlo por la primera gestión literaria de Libros Pasajeros. Me agrada pensar que a través de ese recordar mi nombre cobra significado la historia que cuenta y se le da continuidad a los Collazo Vázquez familia de Apalabrados y Letraheridos.

Con una amalgama de sentimientos comparto este noveno runrún de uno de los doce; constatar y aceptar que perdimos un ejemplar en el 2017 desata las memorias. El 2017 fue un año de desprendimientos.