En pocas palabras: Tiburón en El Candil

Por: Rita Isabel

En pocas palabras: Comparto lo que sientopienso de lo que leo, pero en esta ocasión comparto una experiencia literaria.

El pasado sábado primero de junio trazamos ruta hacia al sur, rumbo a la librería El Candil en Ponce, para presentar Ocaso de Flores y luego Tiburón.  Fue una tarde literaria y de cambio de sombreros: primero con el sombrero de lectora que a veces escribe, acompañada del editor de Ocaso de Flores; luego con el sombrero de editora acompañando a Jesús A. Zambrana autor de Tiburón. Sara nos acompañó a ambos en esta gestión literaria. Si desean ver ambas presentaciones, pueden visitar las redes sociales de El Candil.

En este domingo de junio comparto el escrito que leí para dar paso a la presentación de Tiburón.

Dice Eduardo Galeano: “Quien nombra, llama. Y alguien acude, sin cita previa, sin explicaciones, al lugar donde su nombre, dicho o pensado, lo está llamando”.

Hoy no necesariamente fuimos nombrados para acudir hasta El Candil sin cita previa, pero un título nos atrajo: Tiburón. Al pronunciar ese título, además de pensar en un político muy particular de nuestra isla, inevitablemente evocamos la película de terror y suspenso de los años 70 del siglo pasado o tarareamos el coro de Tiburón, que buscas en la orilla, tiburón, pero sobre todo nombramos y al nombrar llamamos a Jesús Adrián Zambrana Rodríguez, J. A. Zambrana.

Dicho y pensado… si me dejo llevar por experiencias previas, lo inevitable es que escuche, como pasó en la Feria Anual del Libro en Caguas: ¿Quién es Zambrana? Admito que responder a esa pregunta con Jesús a mi lado era como intentar dar la respuesta a un acertijo obvio, sobre todo porque la pregunta nacía de la mirada curiosa al bloque de papel y tinta que es Tiburón y la ficha informativa en la que se podía leer: Premio Nacional del Instituto de Literatura Puertorriqueña. Me vi tentada, en ese momento, a responder lo obvio: el autor de Tiburón, pero opté por señalar a Zambrana y dejar que fuese él quien dijera quién es.

En esta tarde repetiré la fórmula y dejaré que sea Jesús quien se presente. Mas antes de pasar la palabra al autor de Tiburón, hablemos de esta novela política y de los libros que la preceden: El sonido de la ausencia y Simplemente Cándido.

El primer libro de Zambrana pertenece al mismo “universo”, a la misma dimensión literaria de Tiburón, los personajes principales de El sonido de la ausencia, que es una novela contada en cuentos, son personajes secundarios en Tiburón, y, aunque no es una secuela, es en Tiburón que el lector comprenderá cómo o por qué Ignacio, el protagonista de El sonido de la ausencia muere tantas veces a través de la novela, pero, al final está vivo, como Travolta en “Pulp Fiction”.

Su segundo libro Simplemente Cándido es una colección de treinta cuentos y una ñapa, que nacieron de ensayos y críticas que inicialmente publicó en su blog jazambrana.com; y luego se transformaron en cuentos con diversas voces y técnicas narrativas. Casi todos tienen un protagonista en común, que presenta su opinión de la vida, desde las posturas más antipáticas y políticamente incorrectas. Es un homenaje al Cándido o el optimismo de Voltaire, pero, en la era de la Internet y la “posverdad”.

Con estos dos libros Zambrana, abogado y notario, se insertó en el ambiente literario y con Tiburón se enraizó en el terreno fecundo de nuestra literatura puertorriqueña. Como editora de Tiburón soy testigo del desafío que fue para Jesús retratar la actualidad del siglo XXI en estos vertiginosos años de pandemia e inestabilidad social en los que la realidad parece superar a la ficción.

Compartiré un fragmento del laudo que recibió como Primer Premio en la categoría de Creación del Instituto de Literatura Puertorriqueña. Laudo que escribió el Dr. José Luis Vega poeta y actual director de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y cito: Con elementos de crónica política y social, de novela en clave, de sátira feroz, la obra dibuja los posibles contornos de un narcoestado boricua presidido por el carisma, la drogodependencia, la corrupción y la libido del protagonista. Escrita en una prosa urgente, ágil, rica en referencias a la cultura pop anglosajona, particularmente a la música, matizada de humor, cinismo y puntuales observaciones sobre el entorno social -como las que aventura en torno a la cultura woke, a la que otros autores de su generación rinden tributo-, el autor hace un notable esfuerzo por no extraviar a su lector ideal y conducirlo con éxito desde el “Prólogo” hasta el Epilogo», donde lo felicita por le proeza de haber «sostenido entre sus manos, por tanto tiempo, este ladrillo de papel y palabras». En pleno imperio de la cultura digital y la comunicación fugaz, Tiburón es una apuesta a las reservas del libro impreso y las ceremonias gozosas de la lectura.

Me honra ser parte de esta apuesta a las reservas del libro impreso y las ceremonias gozosas de una lectura de más de 700 páginas. Sin más escuchemos al autor de esta crónica de las primeras décadas del siglo XXI y radiografía de los movimientos sociales de actualidad desde la realidad puertorriqueña. Escuchemos a Jesús Adrián Zambrana para saber quién es. Advierto, (como él hace en sus libros): lo que están por oír rompe irreverentemente con los convencionalismos de las presentaciones de libros.

En pocas palabras: Es la segunda vez ¿o tercera? que menciono a Tiburón, a Simplemente Cándido y a El sonido de la ausencia en «En pocas palabras» ojalá que esto anime a quien me lee a querer sumergirse en la lectura de estos tres libros.

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Viandantes en Libros Pasajeros: Cuando sea grande

En lo que la página en blanco va y viene…

En esta noche del primer jueves de junio, compartiremos en Viandantes un texto que resuena con el trabajo de mi sobrina Sara en Todes vamos pa viaj@s sobre pensar la vejez. Espero que en algún momento Anaia, la autora de «Cuando sea grande», y Sara puedan conversar.

El escrito que seleccionamos es un texto que surgió de un taller de escritura creativa que ofrecí a mis estudiantes para generar escritos originales y luego escoger uno para representar en oratoria. Anaia, además de dar vida a un escrito que provoca, hizo una excelente interpretación. Pregunté a Anaia si permitía que Libros Pasajeros compartiera «Cuando sea grande» en Viandantes y dijo que sí. Estamos ante una joven escritora a la que le he tomado cariño, pero sobre todo admiración. Sin querer queriendo ya es parte del mandala de afinidad creativa de Libros Pasajeros. Es genial encontrar una estudiante que es una artesana de la palabra. Anaia logró plasmar con sus letras la esencia de la adolescencia. No suelo escribir en Libros Pasajeros sobre mi visión como educadora, pero este año me he dado permiso para mencionar un chin… Por esto, antes de compartir el escrito de Anaia, les dejo por aquí el significado de adolescente, adolescencia para que entiendan porque me gusta tanto el escrito.

Ambos conceptos evocan una etapa de la vida que se caracteriza por la intensidad de cada momento, por el ímpetu creativo, por la energía que expresa la esencia de los deseos más profundos del ser. No, la adolescencia no está ligada al concepto adolecer como suelen pensar y hasta bromear. La palabra adolescencia proviene de la raíz indoeuropea al- ‘nutrir’, ‘crecer’, de la cual se derivó la voz latina alere ‘nutrir’, ‘alimentar’, que dio lugar a alescere ‘crecer’, ‘aumentar’. A partir de esta última, unida al prefijo ad-, se formó el verbo adolescere ‘crecer’, ‘desarrollarse’, y, por último, del participio presente de este verbo, adolescens, -entis ‘el que está creciendo’.

Sin más confío que disfruten:

Cuando sea grande (Derechos reservados 2023)

Por Anaia Torres Carrasquillo

A los 6 años afirmé: “Cuando sea grande, quiero ser mecánica”

A los 8 años me prometí: “Cuando sea grande, nunca usaré maquillaje”

A los 10 años dije: “Cuando sea grande, seguiré compartiendo con mis amistades actuales”

A los 12 años pensé: “Cuando sea grande, ya no habrá más COVID”

Cuando sea grande, cuando sea grande, cuando sea grande.

¡Puñeta tengo 15 y no quiero “ser grande”! No quiero crecer más.

No, ya no quiero ser mecánica,

no tengo idea de lo que quiero hacer, ni ser, cuando “sea grande”.

No, no cumplí mi promesa, uso maquillaje casi todos los días

intentando tapar mis inseguridades.

No, no he visto a la mayoría de mis viejas amistades.

No, no se fue el COVID, y a eso añádele la guerra,

la desigualdad social,

la pobreza,

la corrupción

y la crisis del sistema de salud

No sé por qué estoy sufriendo esto. 

¿Es una enfermedad? 

¿Es sólo una etapa de ser adolescente? 

¿Esto es lo que pago por sobre pensar todo?

¿A qué le tengo miedo realmente? 

¿A que mi cuerpo va a cambiar? 

¿A que todo se va a complicar cuando sea adulta? 

¿A que voy a perder a gente que quiero mucho? 

¿A lo diferente? ¿Al cambio? 

¿A la muerte? 

Quizá sí, quizá sí le tengo miedo a todo eso. 

Pero quiero curarme de esta enfermedad que no me deja hacer nada, no me deja hacer mis cosas del día a día; no me deja dormir. 

Yo sólo quiero ser normal, quiero ser como los demás adolescentes, de fiesta en fiesta, de risa en risa…sin las preocupaciones que les traerá el futuro.

 Yo sólo quiero ser uno de ellos. 

¿Por qué yo no puedo tener esa gran adolescencia de la que todos le cuentan anécdotas después a sus nietos? 

Todos dicen que estos son los mejores años de tu vida, pero ¿realmente lo son?

¿Realmente lo son cuando sabes que se van a ir más rápido de lo que esperamos?

No quiero escoger una profesión, no quiero trabajar, no quiero pagar impuestos, no

quiero ver cómo matan a la tierra, no quiero ver como se me arruga la piel, no quiero morir.

No quiero crecer…

no quiero crecer más…

pero…

Estoy creciendo.

Licencia Creative Commons

Viandantes en Libros Pasajeros: ¿Dónde estará cuando despiertes?

 

Marzo y abril han sido meses de mucha actividad literaria, pero poca escritura. Tengo mucho que contar y prometo que buscaré el momento oportuno para hacerlo. Pero en lo que la página en blanco va y viene…

En esta mañana de domingo, Libros Pasajeros retoma un rincón de nuestro hogar virtual que desde hace nueve años no se activaba y que ahora llevará por nombre Viandantes en Libros Pasajeros. De vez en cuando y de cuando en vez, por invitación, compartiremos escritos de autores(as) que forman parte de nuestro círculo de afinidad creativa. Retomamos este espacio porque es justo y necesario difundir los escritos de letraheridos y apalabrados. En esta ocasión acogemos las letras de J. A. Zambrana autor de El sonido de la ausencia, Simplemente Cándido y Tiburón. Para conocer más sobre su trabajo pueden leer en: https://elpostantillano.net/index.php?option=com_content&view=article&id=33704:jesus-adrian-zambrana-rodriguez-nuestro-entrevistado&catid=295&Itemid=1004

https://eladoquintimes.com/2024/02/19/instituto-de-literatura-puertorriquena-premia-a-la-novela-tiburon-de-jesus-adrian-zambrana/

El escrito que seleccionamos es un texto que es (o fue) un ejercicio (o juego) literario, de pie forzado, que publicó en su blog: https://jazambrana.com/. Lo escogimos, entre la infinidad de sus textos, porque nos recuerda que toda persona que escribe, antes de crear arte con la palabra, es un letraherido por lo que sus palabras escritas siempre serán un diálogo con las voces que han llegado a ser tinta y papel y dejan un rastro indeleble en nuestra memoria. Sin más confío que disfruten:

¿Dónde estará cuando despiertes? (Derechos reservados 2015)

Por J. A. Zambrana

Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí…

          Frente a la angosta cueva de piedra, tan caliente como cortante, donde hacía muchas horas había logrado protegerse de ese pertinaz perseguidor que aún merodeaba listo para atacar; quién sabe si por hambruna o sólo por su instinto de asesino, que se place de raer la piel y destrozar los huesos de sus presas. Había dormido unos cuantos segundos que el terror convirtió en una eternidad de angustia e incertidumbre mortal; la sangre latía con tanta fuerza contra sus sienes, que pensaba que reventarían. Lo despertó el rugido estrepitoso y el fétido aliento del animal, que se encontraba a sólo pulgadas de alcanzarle. Vencido por el cansancio de sobrevivir, era atacado nuevamente, esta vez por un sueño letal, tan voraz como la bestia que le acechaba afuera de la cueva, pero mucho más persistente; cerrar los ojos otra vez era sinónimo de muerte. Luchó contra sí mismo sin darse tregua; resistió todo y cuanto pudo hasta no poder más. Ya sin fuerzas ni voluntad, se abrazó a la resignación y dejó caer mortalmente los párpados, para ser devorado por el agotamiento.

Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí…

          Lo veía algo borroso, la pesadez de un breve instante de sueño distorsionaba sus ojos; no tenía certeza de cuánto tiempo había dormido, pero no debía ser demasiado; era de día cuando llegó del funeral y se dejó caer en el sofá de aquella sala que emanaba soledad, y afuera todavía el sol seguía brillando. Estaba tirado sobre la mesa del centro, era un dinosaurio verde, hecho de goma, plástico y silicón, que hacía ruidos prehistóricos cuando le apretaban la cola; el juguete favorito de su hijo, justo en el lugar en que lo dejó aquella última vez que jugó con él. Vencido ante los sentimientos, lo tomó bruscamente para tirarlo a la basura y deshacerse de las imágenes y dolor que le provocaba, pero el poder del recuerdo lo detuvo. Recordó como en incontables ocasiones su amado chuiquito agarró entre las manos aquella lagartija plástica; recordó las risas y todos los momentos repletos de magia y ternura, en que su hijo y el dinosaurio fueron cómplices invencibles en aventuras de inocente fantasía. Contrariado por la confusión que le causaba el torbellino de sensaciones en su interior, lanzó el muñeco contra la mesa y entre sollozos matizados con maldiciones y blasfemias, otra vez se quedó dormido.

Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí…

          Decadente, inmóvil en aquella cama de postura variable, con luces y máquinas extrañas que emitían un “bip” constante que marcaba los latidos de un corazón a punto de rendirse. Él la observaba desde el otro lado de la habitación, la piel parecía estar corrugada y reseca, como cubierta de unas escamas que sumadas a la crueldad de una tos antipática, la hacían parecer y sonar como una vieja criatura jurásica. Inevitable recordar cuando de niño le preguntaba “¿abuela cuántos años tienes?”; “todos, mijo; soy más vieja que un dinosaurio” contestaba ella riendo y jamás le reveló su edad. Era sólo un mal retazo de aquella dama de acero, tan correcta, pero tan dulce a la vez; tan derrochadora de ternura y cariños, que siempre estuvo presente sin hacer mucho ruido, en especial en aquellos momentos cuando la vida dolía. Se sentía exhausto, miserable ante el dolor de perder; quería gritar, destrozar, lanzar algún objeto pesado por la ventana. Estaba consumido por la rabia ante la inutilidad de no poder engañar al tiempo y verla reír una vez más; escuchar una palabra, aunque fuese un regaño. Entre la extenuación y el desconsuelo, una lágrima suicida se lanzó rostro abajo y los ojos comenzaron a cerrarse despacio. Mientras la gota hacía un pausado recorrido, los párpados caían lentamente; como el telón final de una historia triste. En el momento en que la lágrima saltó del mentón (antes que cayera al suelo), ya dormía desesperanzadamente.

Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. ( El dinosaurio Augusto Monterroso)

Licencia Creative Commons

Año bisiesto: Un 29 de febrero de 1940

Por Rita Isabel

Domingo, 25 de febrero de 2024

4:29 de la madrugada

Despierto, mil pensamientos me desvelan, pero me niego a levantarme hasta que no vislumbre los primeros rayos del sol. Elucubro… En ese divagar de ideas que me arropan de impaciencia y ansiedad, una chispa se enciende: ¡es año bisiesto, el jueves es 29 de febrero, Carlota y Luisa cumpleaños! Desarropo la mirada y me sacudo la impaciencia y la ansiedad. Algo debo escribir, afirmo. ¿Con qué tiempo?, me pregunto. A destiempo, es momento de robar tiempo, me respondo.

7:30 de plena mañana dominguera

Por fin me siento en la silla frente a mi escritorio, que es mesa con tope de cristal, a escribir. ¿Quiénes son Carlota y Luisa? ¿Quiénes son Carlota y Luisa que transforman el desvelo en rumiar la delicia de encontrar una excusa para robarle tiempo al destiempo? ¿Quiénes son Carlota y Luisa para disipar los pensamientos que me hacen dar vueltas y vueltas, y concentran mi mente en una idea, solo una idea, que pone en pausa o más bien en cámara lenta todo pensamiento que no sea escribir?

Si han leído Trece puntos de araña saben quiénes son (y cómo son) Carlota y Luisa. Para las personas que no han leído el libro por aquí unos datos de cada una de ellas.

Carlota Rosario Gautier

  • Lugar de nacimiento: En un barrio rural entre Caguas y Aguas Buenas
  • Fecha de nacimiento: 29 de febrero de 1940 (un jueves)
  • Profesión: Maestra de Química (jubilada) y maestra artesana del tejido en Mundillo
  • Pasatiempos: Desde pequeña descifrar misterios junto a su gemela, indagar y coser; diría tejer, pero eso es más que un pasatiempo, al igual que alimentar a los gatos sin hogar.
  • Estado civil: Soltera (sin hijos)
  • Suele vestir muy elegante, por lo general con piezas confeccionadas por ella, en ocasiones, cuando sale con la intención de indagar sobre algún asunto, para descifrar un misterio, usa ropa con estampados de félidos.

Luisa Rosario Gautier

  • Lugar de nacimiento: En un barrio rural entre Caguas y Aguas Buenas
  • Fecha de nacimiento: 29 de febrero de 1940 (un jueves)
  • Fecha de defunción: 5 de marzo de 1983 (¿Por qué tacho esta información? La tacho porque… cuando lean Trece puntos de araña me dirán.)
  • Profesión: Nutricionista
  • Estado civil: Viuda (Sin hijos)
  • Pasatiempos: Desde pequeña descifrar misterios junto a su gemela, cocinar, coleccionar recetas de brebajes para luego experimentar y le encanta leer, sobre todo novelas de Agatha Christie.
  • Actualmente, suele vestir siempre la misma ropa color gris etéreo. Nunca sale de la casa en la que viven en Río Piedras.

            Ambas son inquisitivas, siguen el método hipotético-deductivo en todo momento, además siempre suelen pensar mal de la gente. Físicamente se parecen a Rita Moreno y admiran a Lolita Lebrón (las dos Dolores). Carlota tiene el don de hacer hablar hasta a las piedras y una de sus técnicas para lograrlo es hablar, hablar y hablar. Luisa es introvertida, de pocas palabras, por lo general no hace afirmaciones, casi todo el tiempo formula preguntas. El jueves cumplen 84 años, mucho más años que Trece puntos de araña. Sonrío.

1:29 de la tarde, llueve

El viernes que pasó, 23 de febrero de este año bisiesto, la intuición me llevó a comenzar el festejo de sus 84 años. Me encantaría decir que fue cálidamente calculado, pero en realidad fue un sin querer queriendo. Andaba con el sombrero de guía Montessori de Erdkinder por Río Piedras y aunque evito asignarles o leerles los escritos de mi autoría a mis estudiantes, hice una excepción a la regla y en el recorrido interpretativo que estaba guiando en la Plaza de la Convalecencia frente a la escalinata de la Parroquia Nuestra Señora del Pilar, luego de hablar sobre cómo Río Piedras ha sido espacio de inspiración para muchos escritores, les leí un fragmento del comienzo de “Uno por uno”, de Trece puntos de araña, que describe una escena, precisamente, en la escalinata donde nos encontrábamos. A juzgar por las fotos no me prestaban mucha atención, pero al terminar la lectura uno de los jóvenes me dijo: Rita, ¿Por qué escribes eso? Y otro tenía el rostro con una mueca de nausea. Por eso, y otras razones, evito exponer a mis estudiantes a mi literatura. Si desean saber por qué las reacciones… deben leer “Uno por uno”.

Como ven, mis letras se nutren de casualidades y en esta ocasión la casualidad nutrió esta celebración de dos de los personajes que más aprecio de mi mundito literario: Carlota y Luisa, las inseparables hermanas Rosario. No les sorprenda toparse con Carlota el jueves en El Family, acompañada de Isabela, almorzando berenjena guisada con arroz y habichuelas o tal vez se encuentren con ella degustando un helado, en compañía de Josefa, en la heladería Georgetti, es muy probable. Luisa, Luisa estará esperándola en la casa y quizás es cómplice con Eduardo y Amanda de alguna sorpresa. A lo mejor, quién sabe.

Desde hoy celebro su existencia, su cumpleaños. ¡Brindo por Carlota y Luisa, brindo por Trece puntos de araña!

Gracias por leerme.

Quinteto viajero: Trayectoria búmeran

Por Rita Isabel

Leo el título que acabo de escribir y sonrío. Sin querer queriendo, en este viaje-festejo, Agatha Christie también ha estado presente: Trayectoria búmeran. Era mi intención que este escrito se compartiera ayer, pero aquí estamos en mesa ovalada, un 14 de febrero de este año par, llenando las páginas de letras con el runrún del rastro de la ruta del Quinteto viajero con trayectoria búmeran. A un mes y un día de la fecha trazada para recibir a los cinco ejemplares andariegos, solo han llegado cuatro. Las historias pidieron viento y soltamos la cabuya.

Antes de escribir este runrún, leí sobre el búmeran (opto por la versión esdrújula y no la aguda porque así es como lo pronuncio) y meditaba que en realidad el objetivo al lanzar el búmeran no es que regrese, más bien es que dé en el blanco. Ese objetivo que suele ser una presa, porque me guste o no el búmeran es un arma de caza, el blanco es la presa que persigue. Mas esta trayectoria búmeran, sí es para que regresen los cinco transeúntes, pero repletos de la evidencia de quienes fueron participes de la travesía creativa y de festejo. La pregunta sería: ¿regresan con la presa adherida a sus páginas?

Cuando lanzamos a los Quintetos viajeros, uno con ruta sin retorno y el otro en trayectoria búmeran, le hicimos eco a las palabras de Irene Vallejo: “Así, escribir supone también confiarse una misma a otras manos, miradas y voces”. Hoy, que ya no es 14 de febrero, escribo este runrún del regreso de cuatro de los cinco ejemplares, y tengo el Manifiesto por la lectura, que también redactó Vallejo, al alcance de una mirada y cito: “Leer nunca ha sido una actividad solitaria, ni siquiera cuando la practicamos sin compañía en la intimidad de nuestro hogar. Es un acto colectivo que nos avecina a otras mentes y afirma sin cesar la posibilidad de una comprensión rebelde al obstáculo de los siglos y las fronteras. Por el camino del placer, sobre los abismos de las diferencias, la lectura ofrece puentes colgantes de palabras”. Me agrada sentir, sentipensar que este Quinteto a la dos es pasarela, tejido de manos, red de miradas y lienzo de voces, compañía y vínculo de palabras. (También me gusta pensar que escribir, al igual que leer, no es una actividad solitaria.)

Sin más… Runrún…

“¿Qué es el arte?” Llegó a mis manos antes del 13 enero. Momo y Misael subieron hasta mi monte el 29 de diciembre y me entregaron el ejemplar andariego que Momo compartió con estudiantes de intermedia de la escuela en la que enseña. Pasar sus páginas fue un aguinaldo.

“El ángel”, salí en su búsqueda el 11 de enero, día del natalicio del autor de La peregrinación de Bayoán y En barco de papel. Mentiría si les digo que fue a propósito la elección de la fecha, pero la casualidad llena de significado el regreso de “El ángel”. Su viaje más que travesía fue estadía. Así que, como “Una pelotita de pimpón rosada (¿o verde?)” nos había pedido vuelo, también le soltamos la cabuya a “¿Qué es el arte?” y a “El ángel”. Llegué con aires de Epifanía a la escuela donde laboro e invité a mis estudiantes a ser parte de la ruta búmeran. Agradezco a los que se unieron al viaje-festejo en “¿Qué es el arte?” y “El ángel”.

“Yo sé quiénes son” regresó a mis manos justo el 13 de enero honrando la palabra dada y repleto de la magia de Epifanía, pero ese cuento ya se los hice en Epifanías y silencios con Ocaso y Quinteto.

“A manos llenas” andaba en peregrino despiste, pidió vuelo y se le dio cabuya y ¡qué cabuya! Valió la pena dejarlo viajar hasta ayer, que ya es antier, martes 13 carnavalesco.

“Una pelotita de pimpón rosada (o ¿verde?)” pide vuelo y más vuelo, ya veremos qué sorpresas nos trae.

Y ya que andan y siguen andando con autonomía, coqueteo con la idea de soltar un chin chin más la cabuya, hacer algún junte para disfrutar de ellos y compartir esta trayectoria búmeran con más miradas, manos y voces antes de que el Quinteto encuentre hogar. Ya veremos.

Brindo por las palabras y por los festejos de nunca acabar.

Gracias por leerme.